Cuando un día, a inicios del confinamiento, se me ocurrió colocar un bafle grande en la ventana, bien sostenido para que no cayera a la calle, tras finalizar los aplausos de las ocho de la tarde, y con el fin de dar las buenas noches con la canción Sweet Dreams de Eurythmics, no me podía imaginar que a partir de ese momento me iba a convertir en una especie de ‘DJ de barrio’, tal como me dijo un amigo cuando le comenté la experiencia.
Y es que la acogida, tanto por parte de los vecinos del bloque en el que vivo como de otros de la calle o los del entorno del barrio fue mucho mejor de lo que yo me imaginaba, puesto que nadie se quejó al escuchar la música que yo la ponía a tan alto volumen que parecía que Annie Lennox cantaba en directo.
Los primeros aplausos de los días iniciales se convirtieron en un claro apoyo a lo que ha acabado siendo una especie de encuentro que ya se ha hecho familiar, puesto que ya son casi dos meses escuchando media hora de todo tipo de música: coplas, boleros, baladas, flamenco, rock, country, soul, blues… y un largo etcétera, con lo que ya son más de trescientas canciones las que he seleccionado de la extensa discografía que tengo.
De algún modo tenía que responder a los posibles gustos de la gente de distintas edades que se asomaba para aplaudir a las ocho de la tarde. Así, de la canción de Eurythmics pasé a poner tres o cuatro diferentes en las que siempre incorporaba algunas cantadas en español. Al principio, dentro de nuestro idioma, me serví de un magnífico disco de la joven vasca Izaro titulado Limones en invierno, que casualmente compré en una de mis últimas estancias en Barcelona.
Y digo casualmente, porque yo no la había escuchado con anterioridad. Todo sucedió en un viernes por la mañana, cuando estábamos esperando a nuestro nieto y a sus padres en la Plaza de España. Como nos comunicaron que iban a tardar un poco, se nos ocurrió entrar en una tienda de la conocida cadena FNAC que se encuentra en el multicentro de Las Arenas, una antigua plaza de toros reconvertida funcionalmente y que ha mantenido su fachada original.
Para llenar el tiempo de espera, bajamos a mirar libros y discos. En aquellos momentos en los que vagábamos por la tienda sonaba la voz de una chica cuya canción me pareció muy bonita. Observamos unos carteles que había colocados en distintos puntos y nos dimos cuenta de que estaba prevista una breve presentación suya en uno de los espacios que había destinado a este tipo de eventos.
Nos sentamos tras haber adquirido el disco de Izaro. Si no recuerdo mal, cantó cuatro canciones; un par de ellas con acompañamiento. Al acabar, se formó una pequeña cola de gente joven que quería que le firmaran el disco. Yo me coloqué el último, pues era evidente que pertenecía a otra generación distinta a la suya.
Cuando ya estábamos solos, tras saludarla, me preguntó: “¿Qué te gustaría que pusiera en la dedicatoria?”. En ese momento, de forma improvisada le dije: “Puedes poner por ejemplo, para la paz, la igualdad y la libertad”. Ella, un tanto sorprendida, me respondió: “Es la dedicatoria más original que me han pedido…” Entonces miré hacia Flora que estaba esperando al final de los asientos, y le indiqué: “Puedes añadir abajo: Y también para Flora”, frase que al decírsela la acompañé con la mirada hacia el sitio en el que mi mujer se encontraba para que supiera a quién me estaba refiriendo.
En aquellos días que pasé en la ciudad condal, el magnífico disco de Izaro me estuvo acompañando de manera constante. No es de extrañar, pues, que en algunas ocasiones, y al acabar la selección que todos los días realizo, cierre con Oso blanco, canción muy alegre y optimista, al tiempo que es un verdadero canto a la vida.
Con el paso de los días, he ido ampliando el número de canciones, comprendiendo ahora qué temas son los que más gustan. Como detalle, tengo que apuntar que hay algunos cantantes, masculinos o femeninos, o canciones que, aun gustándome mucho, me resisto a poner. Una de ellas es Chavela Vargas, ya que su intensa, áspera y desgarradora voz se acompaña de unos textos tan cargados de dramatismo que creo que no son los más adecuados para esta hora en que se homenajea a aquellos hombres y mujeres que están en primera línea en la lucha contra la epidemia.
También tardé un poco en poner flamenco, ya que no soy ningún experto en este ámbito. Tengo música de Camarón, Enrique Morente, José Mercé, El Cigala…, pero pensaba que la intensa voz de Camarón iba a sonar como un trallazo en medio de la noche, por lo que comencé con La bien pagá en la versión del Cigala, quien se acompaña al piano de Bebo Valdés. Para mi sorpresa, la acogida fue tan buena que entendí que no podían faltar los otros que he nombrado.
¿Todos los días han sido iguales? ¿No acabaría esto convirtiéndose en algo rutinario? La verdad es que siempre aparecieron algunas pequeñas novedades. Contaré un par de ellas.
En uno de los días en el que en Córdoba llovía a cántaros, me dio tiempo para seleccionar canciones que hablaran de la lluvia. En esos momentos me vino a la mente Have you ever seen the rain? (¿Has visto alguna vez la lluvia?) del grupo Creedence Clearwater Revival, que aparece en Pendulum, para iniciar el recorrido. Lo que no me podía imaginar es que rebuscando entre los cedés encontrara tantos temas que tuvieran a la lluvia como protagonista. Así, aquella tarde, bajo la abundante agua que caía del cielo, estuvimos escuchando canciones que agradecían tal regalo de la naturaleza.
En otro día, subió a casa Pilar, la vecina que vive debajo nuestro. Pensábamos que se trataría de un tema de salud; sin embargo, nos explicó que venía para una cuestión bien distinta. Nos comentó que el próximo jueves su madre cumplía los años y me pedía el favor de si podía dedicarle las canciones de esa tarde a ella.
Lógicamente, le indiqué que sería un placer hacer una selección con aquellas que me había indicado y formaban parte de la memoria emocional de su madre, pero que, de todos modos, quería hacerle un regalo especial.
El regalo consistió en que comenzaríamos con un bellísimo tema cantado por el coro de niños que protagonizaron la película Los chicos del coro. Escucharlo en medio del silencio cuando el sol declina no dejó de ser una experiencia verdaderamente emocionante. Volví a repetirlo a petición de la madre de Pilar.
Para finalizar, cabe hacerse la pregunta: ¿Hasta cuándo uno será ‘DJ de barrio’? Pues, sencillamente, hasta el momento en el que desaparezca definitivamente el confinamiento. Mientras tanto, tal como me lo han expresado algunos de los que nos encontramos en ese tiempo disfrutando de la música, hasta que volvamos a la ‘normalidad’.
Es posible entonces que nos quede un grato recuerdo de la media hora en la que escuchábamos desde los Beatles a Coldplay, desde Camarón a Enrique Morente, desde Carlos Cano a Martirio, desde Emmylou Harris a Johnny Cash, desde Aretha Franklin a Amy Winehouse… Tras este tiempo de casi dos meses ‘DJ de barrio’ me gusta imaginar que quizás hasta echemos un poco en falta el silencio traspasado por las canciones cuando el ruido de los vehículos vuelva definitivamente a ocupar el espacio de las calles.
Y es que la acogida, tanto por parte de los vecinos del bloque en el que vivo como de otros de la calle o los del entorno del barrio fue mucho mejor de lo que yo me imaginaba, puesto que nadie se quejó al escuchar la música que yo la ponía a tan alto volumen que parecía que Annie Lennox cantaba en directo.
Los primeros aplausos de los días iniciales se convirtieron en un claro apoyo a lo que ha acabado siendo una especie de encuentro que ya se ha hecho familiar, puesto que ya son casi dos meses escuchando media hora de todo tipo de música: coplas, boleros, baladas, flamenco, rock, country, soul, blues… y un largo etcétera, con lo que ya son más de trescientas canciones las que he seleccionado de la extensa discografía que tengo.
De algún modo tenía que responder a los posibles gustos de la gente de distintas edades que se asomaba para aplaudir a las ocho de la tarde. Así, de la canción de Eurythmics pasé a poner tres o cuatro diferentes en las que siempre incorporaba algunas cantadas en español. Al principio, dentro de nuestro idioma, me serví de un magnífico disco de la joven vasca Izaro titulado Limones en invierno, que casualmente compré en una de mis últimas estancias en Barcelona.
Y digo casualmente, porque yo no la había escuchado con anterioridad. Todo sucedió en un viernes por la mañana, cuando estábamos esperando a nuestro nieto y a sus padres en la Plaza de España. Como nos comunicaron que iban a tardar un poco, se nos ocurrió entrar en una tienda de la conocida cadena FNAC que se encuentra en el multicentro de Las Arenas, una antigua plaza de toros reconvertida funcionalmente y que ha mantenido su fachada original.
Para llenar el tiempo de espera, bajamos a mirar libros y discos. En aquellos momentos en los que vagábamos por la tienda sonaba la voz de una chica cuya canción me pareció muy bonita. Observamos unos carteles que había colocados en distintos puntos y nos dimos cuenta de que estaba prevista una breve presentación suya en uno de los espacios que había destinado a este tipo de eventos.
Nos sentamos tras haber adquirido el disco de Izaro. Si no recuerdo mal, cantó cuatro canciones; un par de ellas con acompañamiento. Al acabar, se formó una pequeña cola de gente joven que quería que le firmaran el disco. Yo me coloqué el último, pues era evidente que pertenecía a otra generación distinta a la suya.
Cuando ya estábamos solos, tras saludarla, me preguntó: “¿Qué te gustaría que pusiera en la dedicatoria?”. En ese momento, de forma improvisada le dije: “Puedes poner por ejemplo, para la paz, la igualdad y la libertad”. Ella, un tanto sorprendida, me respondió: “Es la dedicatoria más original que me han pedido…” Entonces miré hacia Flora que estaba esperando al final de los asientos, y le indiqué: “Puedes añadir abajo: Y también para Flora”, frase que al decírsela la acompañé con la mirada hacia el sitio en el que mi mujer se encontraba para que supiera a quién me estaba refiriendo.
En aquellos días que pasé en la ciudad condal, el magnífico disco de Izaro me estuvo acompañando de manera constante. No es de extrañar, pues, que en algunas ocasiones, y al acabar la selección que todos los días realizo, cierre con Oso blanco, canción muy alegre y optimista, al tiempo que es un verdadero canto a la vida.
Con el paso de los días, he ido ampliando el número de canciones, comprendiendo ahora qué temas son los que más gustan. Como detalle, tengo que apuntar que hay algunos cantantes, masculinos o femeninos, o canciones que, aun gustándome mucho, me resisto a poner. Una de ellas es Chavela Vargas, ya que su intensa, áspera y desgarradora voz se acompaña de unos textos tan cargados de dramatismo que creo que no son los más adecuados para esta hora en que se homenajea a aquellos hombres y mujeres que están en primera línea en la lucha contra la epidemia.
También tardé un poco en poner flamenco, ya que no soy ningún experto en este ámbito. Tengo música de Camarón, Enrique Morente, José Mercé, El Cigala…, pero pensaba que la intensa voz de Camarón iba a sonar como un trallazo en medio de la noche, por lo que comencé con La bien pagá en la versión del Cigala, quien se acompaña al piano de Bebo Valdés. Para mi sorpresa, la acogida fue tan buena que entendí que no podían faltar los otros que he nombrado.
¿Todos los días han sido iguales? ¿No acabaría esto convirtiéndose en algo rutinario? La verdad es que siempre aparecieron algunas pequeñas novedades. Contaré un par de ellas.
En uno de los días en el que en Córdoba llovía a cántaros, me dio tiempo para seleccionar canciones que hablaran de la lluvia. En esos momentos me vino a la mente Have you ever seen the rain? (¿Has visto alguna vez la lluvia?) del grupo Creedence Clearwater Revival, que aparece en Pendulum, para iniciar el recorrido. Lo que no me podía imaginar es que rebuscando entre los cedés encontrara tantos temas que tuvieran a la lluvia como protagonista. Así, aquella tarde, bajo la abundante agua que caía del cielo, estuvimos escuchando canciones que agradecían tal regalo de la naturaleza.
En otro día, subió a casa Pilar, la vecina que vive debajo nuestro. Pensábamos que se trataría de un tema de salud; sin embargo, nos explicó que venía para una cuestión bien distinta. Nos comentó que el próximo jueves su madre cumplía los años y me pedía el favor de si podía dedicarle las canciones de esa tarde a ella.
Lógicamente, le indiqué que sería un placer hacer una selección con aquellas que me había indicado y formaban parte de la memoria emocional de su madre, pero que, de todos modos, quería hacerle un regalo especial.
El regalo consistió en que comenzaríamos con un bellísimo tema cantado por el coro de niños que protagonizaron la película Los chicos del coro. Escucharlo en medio del silencio cuando el sol declina no dejó de ser una experiencia verdaderamente emocionante. Volví a repetirlo a petición de la madre de Pilar.
Para finalizar, cabe hacerse la pregunta: ¿Hasta cuándo uno será ‘DJ de barrio’? Pues, sencillamente, hasta el momento en el que desaparezca definitivamente el confinamiento. Mientras tanto, tal como me lo han expresado algunos de los que nos encontramos en ese tiempo disfrutando de la música, hasta que volvamos a la ‘normalidad’.
Es posible entonces que nos quede un grato recuerdo de la media hora en la que escuchábamos desde los Beatles a Coldplay, desde Camarón a Enrique Morente, desde Carlos Cano a Martirio, desde Emmylou Harris a Johnny Cash, desde Aretha Franklin a Amy Winehouse… Tras este tiempo de casi dos meses ‘DJ de barrio’ me gusta imaginar que quizás hasta echemos un poco en falta el silencio traspasado por las canciones cuando el ruido de los vehículos vuelva definitivamente a ocupar el espacio de las calles.
AURELIANO SÁINZ