La entrañable amistad que Benito Pérez Galdós mantuvo a lo largo de dos décadas con el periodista montillano José María Carretero es «el rasgo más reseñable» en la relación del autor de los Episodios Nacionales con Córdoba. Así de rotundo se manifestó Antonio López Hidalgo, catedrático de Redacción Periodística de la Universidad de Sevilla y miembro del Consejo Editorial de Andalucía Digital, durante el transcurso de una conferencia que tuvo lugar en el jardín de la Casa de las Aguas, sede de la Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque de Montilla, con el título de Don Benito Pérez Galdós y José María Carretero. Historia de una amistad.
López Hidalgo, que alcanzó el grado de doctor en Periodismo con una tesis sobre las entrevistas de quien pasaría a la posteridad con el sobrenombre de El Caballero Audaz, ofreció un pormenorizado recorrido, al más puro estilo galdosiano, por la estrecha relación que el escritor montillano mantuvo, entre 1899 y 1920, con Benito Pérez Galdós, considerado por muchos especialistas como el mayor novelista español después de Miguel de Cervantes.
«José María Carretero tenía 12 años cuando su hermano Manolo le indujo a ir a la casa de Galdós, en la calle Hortaleza, para que le amonestara en sus comportamientos infantiles, en sus compromisos escolares y en sus escapadas fuera de Madrid», explicó López Hidalgo, quien detalló que tras aquel primer encuentro, en el que el autor de Fortunata y Jacinta se mostró cariñoso y comprensivo con su nuevo amigo, la relación entre ambos se iría estrechando y, de hecho, en 1914, el maestro terminaría siendo entrevistado por su discípulo para La Esfera.
«Desde la publicación de esta entrevista, aumentó la intimidad de Carretero con Galdós: lo visitaba todas las tardes durante un par de horas, a veces le servía de amanuense o le corregía pruebas de imprenta», reveló López Hidalgo durante su charla, que se enmarcó en los actos conmemorativos del Día Internacional del Libro y que permitió descubrir, el perfil más desconocido de un escritor montillano que se convertiría muy pronto en uno de los escritores más leídos de la época y en todo un referente del periodismo contemporáneo.
No en vano, José María Carretero empezó a trabajar muy joven en el Heraldo de Madrid y en Nuevo Mundo, un diario del que, pasados los años, llegó a ser director. También colaboró en Mundo gráfico. No obstante, donde más éxito alcanzó fue en la revista La Esfera, en la que popularizó su seudónimo y de la que también se convertiría en su director.
Arrogante y beligerante, José María Carretero fue uno de los principales pioneros de la entrevista-perfil, un género que nació en las revistas ilustradas del momento. No en vano, pudo entrevistar a los personajes más relevantes de su tiempo, entre los que destacan Adolf Hitler, Isaac Albéniz, Manuel de Falla, Guillermo Marconi, Benito Mussolini, Pablo Iglesias, Rubén Darío, León Trotski o Ramón María de Valle-Inclán, con el que llegó a compartir casa de huéspedes en el número 18 de la calle Mayor.
«Carretero veía al escritor gallego como un hombre extraño, un caballero de pesadilla, que parecía escapado de un lienzo de El Greco», rememoró López Hidalgo, quien prendió las risas del público cuando desveló que al escritor montillano «le infundía pavor cuando se tropezaba con Valle-Inclán en los pasillos oscuros de la pensión», aunque «le gustaba observarlo cuando estaba en el comedor o cuando discutía exaltado con los demás huéspedes».
Escritor de novelas folletinescas de fondo erótico, El Caballero Audaz alcanzó en vida tiradas espectaculares. Sin embargo, fue completamente olvidado tras su muerte, incluso en los ambientes profesionales y académicos. Por este motivo, Antonio López Hidalgo se propuso reivindicar su figura y le dedicó en 1999 un amplio estudio bajo el título Las entrevistas periodísticas de José María Carretero, editado por la Diputación de Córdoba.
Con todo, a juicio del catedrático de Redacción Periodística de la Universidad de Sevilla, «uno de los aspectos más reseñables de la biografía» de José María Carretero fue la entrañable amistad que forjó con Benito Pérez Galdós, santo y seña de la novela realista del siglo XIX en Europa.
De hecho, cuando el autor de Marianela falleció el 4 de enero de 1920 a los 76 años de edad, el propio José María Carretero ayudó a sacar a hombros el féretro de la caseta de la calle Hilarión Eslava, abandonando el cortejo fúnebre en plena Puerta del Sol.
Al igual que El Caballero Audaz, el profesor López Hidalgo no desaprovechó la oportunidad de poner los puntos sobre las íes en torno al extraordinario novelista canario y concluyó su conferencia con un sensacional alegato.
«El año pasado, una pandemia que nos cambió la vida a todos, ensombreció la celebración del centenario de la muerte de Galdós. Franco ninguneó también el centenario de su nacimiento. Y sus coetáneos, que escribían peor que él y a quienes las mujeres nunca amaron con la misma pasión, le malograron el Premio Nobel», afirmó Antonio López, quien concluyó destacando que «después de tanto infortunio inmerecido, lectores y lectoras de entonces y de ahora, y de siempre, le leen y le leerán: el único antídoto posible que alimenta la memoria de un escritor que, de tanto amar la vida, nunca quiso morir».
López Hidalgo, que alcanzó el grado de doctor en Periodismo con una tesis sobre las entrevistas de quien pasaría a la posteridad con el sobrenombre de El Caballero Audaz, ofreció un pormenorizado recorrido, al más puro estilo galdosiano, por la estrecha relación que el escritor montillano mantuvo, entre 1899 y 1920, con Benito Pérez Galdós, considerado por muchos especialistas como el mayor novelista español después de Miguel de Cervantes.
«José María Carretero tenía 12 años cuando su hermano Manolo le indujo a ir a la casa de Galdós, en la calle Hortaleza, para que le amonestara en sus comportamientos infantiles, en sus compromisos escolares y en sus escapadas fuera de Madrid», explicó López Hidalgo, quien detalló que tras aquel primer encuentro, en el que el autor de Fortunata y Jacinta se mostró cariñoso y comprensivo con su nuevo amigo, la relación entre ambos se iría estrechando y, de hecho, en 1914, el maestro terminaría siendo entrevistado por su discípulo para La Esfera.
«Desde la publicación de esta entrevista, aumentó la intimidad de Carretero con Galdós: lo visitaba todas las tardes durante un par de horas, a veces le servía de amanuense o le corregía pruebas de imprenta», reveló López Hidalgo durante su charla, que se enmarcó en los actos conmemorativos del Día Internacional del Libro y que permitió descubrir, el perfil más desconocido de un escritor montillano que se convertiría muy pronto en uno de los escritores más leídos de la época y en todo un referente del periodismo contemporáneo.
No en vano, José María Carretero empezó a trabajar muy joven en el Heraldo de Madrid y en Nuevo Mundo, un diario del que, pasados los años, llegó a ser director. También colaboró en Mundo gráfico. No obstante, donde más éxito alcanzó fue en la revista La Esfera, en la que popularizó su seudónimo y de la que también se convertiría en su director.
Arrogante y beligerante, José María Carretero fue uno de los principales pioneros de la entrevista-perfil, un género que nació en las revistas ilustradas del momento. No en vano, pudo entrevistar a los personajes más relevantes de su tiempo, entre los que destacan Adolf Hitler, Isaac Albéniz, Manuel de Falla, Guillermo Marconi, Benito Mussolini, Pablo Iglesias, Rubén Darío, León Trotski o Ramón María de Valle-Inclán, con el que llegó a compartir casa de huéspedes en el número 18 de la calle Mayor.
«Carretero veía al escritor gallego como un hombre extraño, un caballero de pesadilla, que parecía escapado de un lienzo de El Greco», rememoró López Hidalgo, quien prendió las risas del público cuando desveló que al escritor montillano «le infundía pavor cuando se tropezaba con Valle-Inclán en los pasillos oscuros de la pensión», aunque «le gustaba observarlo cuando estaba en el comedor o cuando discutía exaltado con los demás huéspedes».
Escritor de novelas folletinescas de fondo erótico, El Caballero Audaz alcanzó en vida tiradas espectaculares. Sin embargo, fue completamente olvidado tras su muerte, incluso en los ambientes profesionales y académicos. Por este motivo, Antonio López Hidalgo se propuso reivindicar su figura y le dedicó en 1999 un amplio estudio bajo el título Las entrevistas periodísticas de José María Carretero, editado por la Diputación de Córdoba.
Con todo, a juicio del catedrático de Redacción Periodística de la Universidad de Sevilla, «uno de los aspectos más reseñables de la biografía» de José María Carretero fue la entrañable amistad que forjó con Benito Pérez Galdós, santo y seña de la novela realista del siglo XIX en Europa.
De hecho, cuando el autor de Marianela falleció el 4 de enero de 1920 a los 76 años de edad, el propio José María Carretero ayudó a sacar a hombros el féretro de la caseta de la calle Hilarión Eslava, abandonando el cortejo fúnebre en plena Puerta del Sol.
Al igual que El Caballero Audaz, el profesor López Hidalgo no desaprovechó la oportunidad de poner los puntos sobre las íes en torno al extraordinario novelista canario y concluyó su conferencia con un sensacional alegato.
«El año pasado, una pandemia que nos cambió la vida a todos, ensombreció la celebración del centenario de la muerte de Galdós. Franco ninguneó también el centenario de su nacimiento. Y sus coetáneos, que escribían peor que él y a quienes las mujeres nunca amaron con la misma pasión, le malograron el Premio Nobel», afirmó Antonio López, quien concluyó destacando que «después de tanto infortunio inmerecido, lectores y lectoras de entonces y de ahora, y de siempre, le leen y le leerán: el único antídoto posible que alimenta la memoria de un escritor que, de tanto amar la vida, nunca quiso morir».
J.P. BELLIDO / REDACCIÓN