Hace ya algún tiempo, y en este mismo medio, publiqué un artículo que llevaba por título el de Trampantojos, explicando su significado y mostrando algunos ejemplos magníficos que es posible contemplar en distintas ciudades europeas, pues, en ocasiones, el arte pictórico no solo se encuentra en los renombrados museos, sino que podemos encontrarlo en plena calle, cuando hallamos estos murales expuestos al aire libre en grandes paredes.
En aquel texto indicaba que si acudíamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua veíamos que un “trampantojo” es una “trampa o ilusión con que se engaña a uno haciéndole ver lo que no es”. A partir de esta definición, podríamos deducir que sería una palabra compuesta de “trampa” y de “ojo” o, lo que es lo mismo, un equívoco visual.
También decía que en el lenguaje común no solemos emplear este término, ya que su uso más habitual se produce en el campo del arte y de la arquitectura. Por otro lado, hice referencia a los dibujos del holandés M. C. Escher, ya que en su producción encontramos numerosas creaciones con las que confunde al espectador, ya que son escenas que no pueden existir en la realidad tridimensional; solamente es posible contemplar esos espacios insólitos que Escher imaginó en una superficie de dos dimensiones.
Pero en la actualidad no hay que remitirse a pintores consagrados o pasear por aquellas reconocidas ciudades en las que hay trampantojos para la admiración de los visitantes; ahora es posible verlos en pequeñas poblaciones como es el caso del pueblecito de Romangordo que se encuentra cerca de Trujillo y Navalmoral de la Mata, en la provincia de Cáceres.
Merece la pena, si se está por esta provincia, acercarse a Romangordo y admirar lo que la imaginación ha sido capaz de llevar adelante en un entorno de lo que ahora llamamos "la España vaciada". La sorpresa acude pronto cuando paramos el coche, nos bajamos y comenzamos a contemplar las paredes pintadas con magníficos murales. Dada la cantidad que hay en el pueblo, haremos dos entregas: esta primera dedicada a los realizados en paredes y, la segunda, a aquellos plasmados en las puertas.
Algunas preguntas que le surgen al visitante es la de a quién se le ocurrió promocionar esta singular idea; también con quiénes contaron para ejecutarlos y cuánto pudieron costar los más de cincuenta trabajos realizados en este rincón de Extremadura de apenas 300 habitantes.
Las respuestas nos las proporcionó en su momento Charo Cordero, quien fuera alcaldesa del pueblo entre 2003 y la fecha de su fallecimiento en el año pasado. En su memoria se realizó el mural que encontramos en la entrada del pueblo, ya que se la muestra representada dentro de una composición muy evocadora, en la que aparece dando libertad a un pájaro de papel en el que pueden leerse las siguientes palabras: “Valientes, Iguales, Libres”, que son la síntesis de los valores que defendió para las mujeres a lo largo de su vida.
Según la promotora de esta magnífica iniciativa, todo ello comenzó con propuestas puntuales, pero debido a la favorable aceptación que tuvo en el vecindario y la repercusión entre la gente que se acercaba a visitar el pueblo o sus entornos, se continuó con la experiencia, de modo que en todo el municipio, sean paredes, medianeras o puertas, acabaron pintándose escenas ligadas a temas y tradiciones locales.
Si uno contempla detenidamente los trampantojos, comprueba la imaginación y la calidad de estos murales al aire libre, por lo que se entiende que no pudieron ser realizados por simples aficionados, sino que debió ser gente con una sólida preparación en el campo de la pintura.
En efecto, sus principales creadores fueron, por entonces, estudiantes de Bellas Artes en Madrid: Jesús Mateos Brea, Jonathan Carranza y David Bravo “Chefo”. Conviene apuntar que los tres forman en la actualidad el colectivo Muro Crítico y que proceden de localidades cacereñas: Plasencia, Madrigalejo y Moraleja, respectivamente.
El que los autores procedan de localidades cercanas a Romangordo resultó ser un factor favorable para llevar adelante esta enorme tarea, no solo desde el punto de vista económico, puesto que los gastos se reducen por la proximidad, sino también por la afinidad que pueden encontrar en un trabajo con el que sienten una clara adhesión. Por otro lado, según la alcaldesa, el gasto solo ascendió a veinte mil euros, provenientes de los fondos de ayuda que recibe el pueblo para pequeñas actuaciones municipales.
El número de paredes y puertas pintadas en este pequeño pueblo extremeño, tal como he indicado, supera la cifra de cincuenta repartidas por la localidad, aunque paso a paso van aumentando, puesto que no es una historia acabada, sino una especie de relato visual que continua y que se nos muestra cuando lo visitamos.
Por otro lado, los temas que el colectivo Muro Crítico ha abordado, de acuerdo con la Corporación municipal, están ligados a la memoria viva de los vecinos, de modo que algunos casos son personas reales quienes se ven representadas en estos trabajos, por lo que la identificación con esas imágenes podemos decir que es casi total.
Uno de los aspectos esenciales de los trampantojos, sea en ámbitos urbanos o rurales, es que las escenas que se plasman deben de estar claramente integradas en las características constructivas del edificio o la casa en los que se realizan. No tiene sentido pintar un mural en el que los colores, las texturas, los materiales o los contenidos creados supongan un claro contraste con el resto de la construcción.
Esto puede apreciarse en los tres que acabamos de ver: en el primero de ellos se simula a unos niños y a un gato bajando una escalinata; en el del centro aparece una mujer toda sonriente y con un mandil blanco que porta en su cabeza y sostiene con ambas manos unos cubos de hojalata cargados de agua y ropa; y, en el tercero, a una pareja de emigrantes que, a su pesar, abandonan el pueblo.
No pueden faltar aquellas palabras que son características de la localidad o de su entorno, dado que son señas de identidad que se han transmitido de generación en generación. Es por ello que, en una pared totalmente blanca, y que hace esquina redondeada, se ha escrito una larga lista de ellas para que no se las olviden en el mundo acelerado en el que ahora vivimos.
De igual modo, se homenajea también a la antigua escuela, de forma que una se muestra en la medianera de una casa, como si la escena fuera una ampliación de aquellas viejas fotografías reproducidas en tono sepia. Así, se ve de pie al viejo maestro y a sus pupilos sentados en los duros pupitres en la ardua tarea de adquirir los primeros aprendizajes que les servirán como herramientas con las que caminar por la vida.
Enlazando con el mundo de los aprendizajes, muy imaginativo resulta ser el mural de la pared baja que rodea una las viviendas de la localidad, de modo que se logra transformarla en una especie de anaquel en el que aparecen, a gran tamaño, distintos libros, junto con otros instrumentos escolares como son una regla y un cartabón, ambos de madera.
Viene bien que cerremos este primer recorrido por los trampantojos de Romangordo con una escena emotiva. Es la que amablemente nos proporcionó el Ayuntamiento de la localidad, en la que vemos a un grupo de alegres escolares con su maestro, que, orgullosos, posan delante de un mural que se ha pintado en una de las paredes del colegio. En él se muestra a un grupo de soldados británicos que enmarcan el lema “205 años de historia. XIII Ruta de los Ingleses”, hecho, que a buen seguro, forma parte de la memoria colectiva del pueblo.
En aquel texto indicaba que si acudíamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua veíamos que un “trampantojo” es una “trampa o ilusión con que se engaña a uno haciéndole ver lo que no es”. A partir de esta definición, podríamos deducir que sería una palabra compuesta de “trampa” y de “ojo” o, lo que es lo mismo, un equívoco visual.
También decía que en el lenguaje común no solemos emplear este término, ya que su uso más habitual se produce en el campo del arte y de la arquitectura. Por otro lado, hice referencia a los dibujos del holandés M. C. Escher, ya que en su producción encontramos numerosas creaciones con las que confunde al espectador, ya que son escenas que no pueden existir en la realidad tridimensional; solamente es posible contemplar esos espacios insólitos que Escher imaginó en una superficie de dos dimensiones.
Pero en la actualidad no hay que remitirse a pintores consagrados o pasear por aquellas reconocidas ciudades en las que hay trampantojos para la admiración de los visitantes; ahora es posible verlos en pequeñas poblaciones como es el caso del pueblecito de Romangordo que se encuentra cerca de Trujillo y Navalmoral de la Mata, en la provincia de Cáceres.
Merece la pena, si se está por esta provincia, acercarse a Romangordo y admirar lo que la imaginación ha sido capaz de llevar adelante en un entorno de lo que ahora llamamos "la España vaciada". La sorpresa acude pronto cuando paramos el coche, nos bajamos y comenzamos a contemplar las paredes pintadas con magníficos murales. Dada la cantidad que hay en el pueblo, haremos dos entregas: esta primera dedicada a los realizados en paredes y, la segunda, a aquellos plasmados en las puertas.
Algunas preguntas que le surgen al visitante es la de a quién se le ocurrió promocionar esta singular idea; también con quiénes contaron para ejecutarlos y cuánto pudieron costar los más de cincuenta trabajos realizados en este rincón de Extremadura de apenas 300 habitantes.
Las respuestas nos las proporcionó en su momento Charo Cordero, quien fuera alcaldesa del pueblo entre 2003 y la fecha de su fallecimiento en el año pasado. En su memoria se realizó el mural que encontramos en la entrada del pueblo, ya que se la muestra representada dentro de una composición muy evocadora, en la que aparece dando libertad a un pájaro de papel en el que pueden leerse las siguientes palabras: “Valientes, Iguales, Libres”, que son la síntesis de los valores que defendió para las mujeres a lo largo de su vida.
Según la promotora de esta magnífica iniciativa, todo ello comenzó con propuestas puntuales, pero debido a la favorable aceptación que tuvo en el vecindario y la repercusión entre la gente que se acercaba a visitar el pueblo o sus entornos, se continuó con la experiencia, de modo que en todo el municipio, sean paredes, medianeras o puertas, acabaron pintándose escenas ligadas a temas y tradiciones locales.
Si uno contempla detenidamente los trampantojos, comprueba la imaginación y la calidad de estos murales al aire libre, por lo que se entiende que no pudieron ser realizados por simples aficionados, sino que debió ser gente con una sólida preparación en el campo de la pintura.
En efecto, sus principales creadores fueron, por entonces, estudiantes de Bellas Artes en Madrid: Jesús Mateos Brea, Jonathan Carranza y David Bravo “Chefo”. Conviene apuntar que los tres forman en la actualidad el colectivo Muro Crítico y que proceden de localidades cacereñas: Plasencia, Madrigalejo y Moraleja, respectivamente.
El que los autores procedan de localidades cercanas a Romangordo resultó ser un factor favorable para llevar adelante esta enorme tarea, no solo desde el punto de vista económico, puesto que los gastos se reducen por la proximidad, sino también por la afinidad que pueden encontrar en un trabajo con el que sienten una clara adhesión. Por otro lado, según la alcaldesa, el gasto solo ascendió a veinte mil euros, provenientes de los fondos de ayuda que recibe el pueblo para pequeñas actuaciones municipales.
El número de paredes y puertas pintadas en este pequeño pueblo extremeño, tal como he indicado, supera la cifra de cincuenta repartidas por la localidad, aunque paso a paso van aumentando, puesto que no es una historia acabada, sino una especie de relato visual que continua y que se nos muestra cuando lo visitamos.
Por otro lado, los temas que el colectivo Muro Crítico ha abordado, de acuerdo con la Corporación municipal, están ligados a la memoria viva de los vecinos, de modo que algunos casos son personas reales quienes se ven representadas en estos trabajos, por lo que la identificación con esas imágenes podemos decir que es casi total.
Uno de los aspectos esenciales de los trampantojos, sea en ámbitos urbanos o rurales, es que las escenas que se plasman deben de estar claramente integradas en las características constructivas del edificio o la casa en los que se realizan. No tiene sentido pintar un mural en el que los colores, las texturas, los materiales o los contenidos creados supongan un claro contraste con el resto de la construcción.
Esto puede apreciarse en los tres que acabamos de ver: en el primero de ellos se simula a unos niños y a un gato bajando una escalinata; en el del centro aparece una mujer toda sonriente y con un mandil blanco que porta en su cabeza y sostiene con ambas manos unos cubos de hojalata cargados de agua y ropa; y, en el tercero, a una pareja de emigrantes que, a su pesar, abandonan el pueblo.
No pueden faltar aquellas palabras que son características de la localidad o de su entorno, dado que son señas de identidad que se han transmitido de generación en generación. Es por ello que, en una pared totalmente blanca, y que hace esquina redondeada, se ha escrito una larga lista de ellas para que no se las olviden en el mundo acelerado en el que ahora vivimos.
De igual modo, se homenajea también a la antigua escuela, de forma que una se muestra en la medianera de una casa, como si la escena fuera una ampliación de aquellas viejas fotografías reproducidas en tono sepia. Así, se ve de pie al viejo maestro y a sus pupilos sentados en los duros pupitres en la ardua tarea de adquirir los primeros aprendizajes que les servirán como herramientas con las que caminar por la vida.
Enlazando con el mundo de los aprendizajes, muy imaginativo resulta ser el mural de la pared baja que rodea una las viviendas de la localidad, de modo que se logra transformarla en una especie de anaquel en el que aparecen, a gran tamaño, distintos libros, junto con otros instrumentos escolares como son una regla y un cartabón, ambos de madera.
Viene bien que cerremos este primer recorrido por los trampantojos de Romangordo con una escena emotiva. Es la que amablemente nos proporcionó el Ayuntamiento de la localidad, en la que vemos a un grupo de alegres escolares con su maestro, que, orgullosos, posan delante de un mural que se ha pintado en una de las paredes del colegio. En él se muestra a un grupo de soldados británicos que enmarcan el lema “205 años de historia. XIII Ruta de los Ingleses”, hecho, que a buen seguro, forma parte de la memoria colectiva del pueblo.
AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AYUNTAMIENTO DE ROMANGORDO
FOTOGRAFÍAS: AYUNTAMIENTO DE ROMANGORDO