El caso de la desaparición de la señora Paz es el título del último de los libros de teatro escolar publicados por el dramaturgo montillano Antonio Salas Tejada, Premio Luis Barahona de Soto de Textos Teatrales en 2015 y columnista de Andalucía Digital. Una obra que el sello editorial CCS acaba de hacer llegar a las librerías de toda España.
Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas, Antonio Salas (Montilla, 1964) es autor de obras de teatro de humor con títulos como Casualidades de la vida y Verdad de la Pura, estrenadas por el Grupo de Teatro "La Cepa", que también representó la obra titulada Historias de la puñetera crisis, basada en el texto original del dramaturgo italiano Darío Fo titulado Aquí no paga nadie.
En esta ocasión, Antonio Salas, que es profesor en el IES Trassierra de Córdoba, regresa a la literatura infantil y juvenil siguiendo la línea de sus anteriores publicaciones con títulos como Teatro escolar, La abuela Emilia y la extraña oenegé y Última asignatura, tres volúmenes que, sumados a El caso de la desaparición de la señora Paz, reúnen una docena de obras de teatro escritas, según su autor, “para su uso en el aula, buscando dar espacio al texto teatral y a las artes escénicas en ese proceso de enseñanza y aprendizaje en el que el alumnado ha de asumir siempre el protagonismo”.
—En la introducción del último de sus libros de teatro escolar muestra especial interés en marcar las diferencias entre "enseñar" y "educar".
—Es que son dos conceptos distintos. Que la enseñanza y la educación tengan que ir de la mano no significa que deban ser confundidas la una con la otra. Si "enseñar" es transmitir conocimientos, algo fundamental en el proceso de enseñanza y aprendizaje, "educar" es infiltrar a todos esos conocimientos transmitidos una dimensión ética que haga de ellos utensilios con las que la persona pueda desarrollarse y crecer de manera sana tanto en el aspecto físico y material como en el mental, en el espiritual y en el social. De ahí que sea también fundamental en el proceso de enseñanza y aprendizaje la educación en valores.
—¿Cómo definiría usted la educación en valores en el día a día de un colegio de Primaria o de un instituto de Enseñanza Secundaria?
—Sin duda, hay distintas y diversas maneras de entender y definir la educación en valores, por lo que, más que en su definición, creo que debemos buscar consensos sobre hacia dónde nos debe conducir, sobre sus objetivos. A mi entender, educar en valores debe servir para orientar a la persona en su proceso de configurar libremente y de manera pautada un proyecto de vida que dé respuestas a sus aspiraciones, inquietudes y esperanzas.
También, la educación en valores debe proporcionarnos los argumentos, razones y motivos sobre los que fundamentar la voluntad de ser partícipes en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Y también nos conduce a demostrar que todos poseemos unos derechos inalienables y que ejercerlos forma parte de la propia esencia del ser humano. Estos son, desde mi punto de vista, tres de los objetivos más significativos de la educación en valores.
—¿Cómo traslada estos objetivos de educación en valores a sus obras de teatro escolar?
—Básicamente, a través de los temas que se tratan en ellas. Mi intención es construir historias donde se muestren para el alumnado valores como la igualdad dentro de la diferencia, la libertad en el marco del respeto al semejante, la solidaridad en la construcción de la justicia social o la tolerancia como base de la convivencia pacífica.
Pero es el primer paso, ya que los textos teatrales son meros recursos didácticos. A partir de ahí, es el docente o la docente quienes han de continuar el proceso usando esa herramienta que es el texto teatral para trabajar en el aula la educación integral de su alumnado. Todo un reto, en verdad.
—¿Considera que el teatro debería estar entre las asignaturas que conforman el currículum de la enseñanza obligatoria de nuestro sistema educativo?
—Si todo aquello que eventualmente podemos considerar importante para la formación de nuestros jóvenes lo convirtiésemos en una asignatura escolar faltarían horas al día para disponer de un mínimo hueco en el horario de clase para impartirlas todas.
Si el teatro se convirtiera en una asignatura, perdería todo su sentido. A mi entender, el teatro y el montaje escénico tienen su potencial como recursos educativos a la hora de ser usados en el aula, dado el carácter multidisciplinar de los mismos.
A través del teatro se puede trabajar con el alumnado disciplinas como la literatura, la música, la tecnología, la educación física o la educación plástica y artística. Y también desarrollar con los alumnos y alumnas técnicas y procedimientos de trabajo en equipo. A todo esto, hay que sumar que, paralelamente, el teatro escolar puede ser un excelente vehículo para hacer llegar valores éticos al alumnado, de manera lúdica y divertida.
Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas, Antonio Salas (Montilla, 1964) es autor de obras de teatro de humor con títulos como Casualidades de la vida y Verdad de la Pura, estrenadas por el Grupo de Teatro "La Cepa", que también representó la obra titulada Historias de la puñetera crisis, basada en el texto original del dramaturgo italiano Darío Fo titulado Aquí no paga nadie.
En esta ocasión, Antonio Salas, que es profesor en el IES Trassierra de Córdoba, regresa a la literatura infantil y juvenil siguiendo la línea de sus anteriores publicaciones con títulos como Teatro escolar, La abuela Emilia y la extraña oenegé y Última asignatura, tres volúmenes que, sumados a El caso de la desaparición de la señora Paz, reúnen una docena de obras de teatro escritas, según su autor, “para su uso en el aula, buscando dar espacio al texto teatral y a las artes escénicas en ese proceso de enseñanza y aprendizaje en el que el alumnado ha de asumir siempre el protagonismo”.
—En la introducción del último de sus libros de teatro escolar muestra especial interés en marcar las diferencias entre "enseñar" y "educar".
—Es que son dos conceptos distintos. Que la enseñanza y la educación tengan que ir de la mano no significa que deban ser confundidas la una con la otra. Si "enseñar" es transmitir conocimientos, algo fundamental en el proceso de enseñanza y aprendizaje, "educar" es infiltrar a todos esos conocimientos transmitidos una dimensión ética que haga de ellos utensilios con las que la persona pueda desarrollarse y crecer de manera sana tanto en el aspecto físico y material como en el mental, en el espiritual y en el social. De ahí que sea también fundamental en el proceso de enseñanza y aprendizaje la educación en valores.
—¿Cómo definiría usted la educación en valores en el día a día de un colegio de Primaria o de un instituto de Enseñanza Secundaria?
—Sin duda, hay distintas y diversas maneras de entender y definir la educación en valores, por lo que, más que en su definición, creo que debemos buscar consensos sobre hacia dónde nos debe conducir, sobre sus objetivos. A mi entender, educar en valores debe servir para orientar a la persona en su proceso de configurar libremente y de manera pautada un proyecto de vida que dé respuestas a sus aspiraciones, inquietudes y esperanzas.
También, la educación en valores debe proporcionarnos los argumentos, razones y motivos sobre los que fundamentar la voluntad de ser partícipes en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Y también nos conduce a demostrar que todos poseemos unos derechos inalienables y que ejercerlos forma parte de la propia esencia del ser humano. Estos son, desde mi punto de vista, tres de los objetivos más significativos de la educación en valores.
—¿Cómo traslada estos objetivos de educación en valores a sus obras de teatro escolar?
—Básicamente, a través de los temas que se tratan en ellas. Mi intención es construir historias donde se muestren para el alumnado valores como la igualdad dentro de la diferencia, la libertad en el marco del respeto al semejante, la solidaridad en la construcción de la justicia social o la tolerancia como base de la convivencia pacífica.
Pero es el primer paso, ya que los textos teatrales son meros recursos didácticos. A partir de ahí, es el docente o la docente quienes han de continuar el proceso usando esa herramienta que es el texto teatral para trabajar en el aula la educación integral de su alumnado. Todo un reto, en verdad.
—¿Considera que el teatro debería estar entre las asignaturas que conforman el currículum de la enseñanza obligatoria de nuestro sistema educativo?
—Si todo aquello que eventualmente podemos considerar importante para la formación de nuestros jóvenes lo convirtiésemos en una asignatura escolar faltarían horas al día para disponer de un mínimo hueco en el horario de clase para impartirlas todas.
Si el teatro se convirtiera en una asignatura, perdería todo su sentido. A mi entender, el teatro y el montaje escénico tienen su potencial como recursos educativos a la hora de ser usados en el aula, dado el carácter multidisciplinar de los mismos.
A través del teatro se puede trabajar con el alumnado disciplinas como la literatura, la música, la tecnología, la educación física o la educación plástica y artística. Y también desarrollar con los alumnos y alumnas técnicas y procedimientos de trabajo en equipo. A todo esto, hay que sumar que, paralelamente, el teatro escolar puede ser un excelente vehículo para hacer llegar valores éticos al alumnado, de manera lúdica y divertida.
REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
FOTOGRAFÍA: FERMÍN SAMANIEGO