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María Jesús Sánchez | Pena y miedo

No sé si me da más pena o más miedo lo que está pasando en España. Hay un montón de gente fascista que justifica la dictadura. Y están por todos lados. Pobre democracia, se está destruyendo desde dentro. No hemos aprendido que no se le puede dar voz a los que no creen en ella, sean del lado que sean: ni dictadura militar, ni del proletariado.


A mí no me gustan los que gobiernan en mi región, pero no por ello voy a incitar a que les peguen o los maten porque no me parezca bien su gestión. El pueblo es soberano y habla en las urnas. Pero ser totalitario es otra cosa.

Es verdad que la política, hoy en día, está mancillada y no mira por la gente. Y esta realidad es utilizada por algunos para justificar dictaduras. Aunque no creo que todos los políticos sean semejantes: hay gente que está ahí verdaderamente para ayudar.

Hoy he alucinado con una señora que defendía a Franco cuando, en la dictadura, las mujeres no tenían derechos: eran siempre incapaces. Y no lo digo yo, lo dice el Código Civil de la época, que no cambió hasta los ochenta. Esta vecina tampoco sabía los derechos que sí teníamos las mujeres en la República. Una pena.

No se contrasta nada, no se investiga. Con decir que "ese es un mamarracho", ya vale, sin conocer su formación o lo que aporta a la sociedad. La gente no ve los debates del Congreso, ni conoce las leyes que les afectan, ni cómo vota cada partido. "Mamarracho" y ya está.

Algunos creen que "republicano" es igual a "comunista". No han leído la historia. En la República había gente de derechas y de izquierdas, pero tenían claro que no querían un rey, sino que los ciudadanos votaran al jefe del Estado, como ocurre en otros países como Francia o Estados Unidos.

Que todos los militares son o eran golpistas también es falso. Hubo hombres de las Fuerzas Armadas que juraron fidelidad a la República y lo cumplieron con su sangre o con su dolor. El padre de María era guardia de asalto durante el mandato de Azaña, defendió al Gobierno elegido en las urnas hasta el final, como el general Miaja, sin importar el color del que fuera y daba igual qué ideas tuvieran.

Cuando los golpistas entraron en Madrid detuvieron al padre y, como no aceptó la dictadura militar, lo mandaron a un campo de concentración en el norte, sin ropa y sin darle comida. Para que se muriera. También fallecieron y sufrieron militares republicanos.

Creo en la democracia, en que el pueblo elija y se respete lo que diga. Ni fascismo, ni comunismo, como el de la URSS. En ambos sistemas se persigue y se mata al diferente. Y el poder, siempre, se concentra en unos pocos. No respeto al que no cree en la democracia y no quiero tener amigos así. En el fondo, me da pena porque, en la mayoría de los casos, se trata de gente insatisfecha con su vida y el odio les aporta algo de emoción.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
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