Al ritmo de la Bella Ciao se desarrollaron este domingo más de 40 manifestaciones por todo el territorio nacional, con apoyos en el resto de Europa, convocadas por la Plataforma “No a la caza” para pedir la abolición de lo que muchos llaman "actividad deportiva", "herramienta de conservación de la naturaleza" o "derecho reconocido por la ley". Esta movilización se realiza desde 2010 y, en doce años, ha ido ganando apoyos de centenares de protectoras, grupos animalistas y asociaciones ecologistas
Eligen el mes de febrero porque es cuando termina la temporada de caza con galgo, una modalidad que en Europa solo se practica en España desde que Reino Unido la aboliese en 2004, y que cada año nos deja cifras vergonzantes e innumerables fotos de animales abandonados y sacrificados porque se consideran “inservibles”, ya que según el Club Nacional del Galgo Español, la edad óptima del animal es de menos de tres años.
A partir de ese momento, otros muchos son exterminados al nacer, se deshacen de ellos y, si no son ahorcados, ahogados o quemados vivos, son las protectoras las que se hacen cargo de su recuperación, siempre de forma desinteresada y altruista.
Este último detalle para mí es fundamental, porque es lo que le da credibilidad a las cifras que manejan y que son discutidas por los cazadores, el Seprona y las propias Administraciones como "disparatadas" y "exageradas".
Cuando alguien emplea su tiempo, su dinero y parte de su vida a cuidar los más de 128.000 perros abandonados al año provenientes de la caza, solo por garantizar el bienestar animal, me merece el mayor de los respetos.
Todo lo demás es hipocresía, negocio e interés, ya que la caza mueve 6.500 millones de euros a través de las casi 750.000 licencias (solo nos supera Francia) y la industria generada a su alrededor para que un puñado de españoles se divierta matando y pegando tiros un fin de semana.
Valga como ejemplo la montería que hace unos días saltó a los medios de comunicación, en la que 70 cazadores mataron 447 animales, entre ciervos y jabalís, que expusieron en el suelo orgullosos para demostrar su valentía, su bravura, su buen hacer. Esos individuos con todas sus licencias en regla y las leyes de su parte, ¿hacían deporte? ¿Turismo? ¿Estaban garantizando la recuperación de la España vaciada? ¿Era una expedición científica para controlar las poblaciones y salvar los ecosistemas de Villaviciosa de Córdoba?
No lo creo, porque entonces no pagarían unos tres mil euros para poder llegar a casa y presumir de haberse cobrado (así lo llaman) seis o siete vidas por cabeza que no tenían posibilidad de escaparse porque las vallas cinegéticas se lo impedían.
Animales criados y encerrados para que, quien se lo pueda permitir, los acribille a balazos. ¿Es eso cultura? ¿Tradición? ¿Supervivencia? No, es simplemente un negocio del que se podría prescindir, porque ni los solo 200.000 empleos, ni todo el dinero que genera son excusa suficiente para justificar la violencia, la muerte y la sinrazón en la que se basan.
Y es normal que los aficionados a matar crean, y defiendan, que lo que hacen por el bien común, por el bien de los ecosistemas, porque en los cursos que los habilitan para obtener la licencia se lo cuenta la misma Consejería, si hablamos de Andalucía, que protege y cuida los Espacios Protegidos, las especies que están en peligro de extinción, y el Parlamento que les permite enseñar estas barbaridades en los centros educativos.
En apenas unas horas, con un manual de 31 páginas y tras un pequeño examen teórico y práctico, ya estás listo para saber identificar y disparar a las especies que, veloces, se cruzan en tu camino. Y todo eso con la adrenalina por las nubes, con el deseo acumulado de toda la semana limpiando tu escopeta y la necesidad de demostrar tus habilidades ante los tuyos.
Eso sí, paga. Y no te preocupes si eres menor de edad: aunque no puedas votar, ni conducir, te vamos a cobrar menos si algún adulto te lleva a disparar. Y si tienes más de 65 años, lo mismo ya no puedes conducir, pero te regalamos la licencia.
Nunca nos pondremos de acuerdo: las cifras, los datos, se interpretarán según el interés. Las manifestaciones en contra y a favor de la caza, de la Ley de Bienestar Animal, se llevarán a cabo en nuestras ciudades, y la crispación, las acusaciones cruzadas y la tensión seguirán creciendo mientras nuestras Administraciones sigan subvencionando y cediendo a la presión del pequeño pero rentable lobby de la caza. Son un porcentaje minoritario, pero hacen mucho ruido, generan mucho dinero, y van armados. Vuela, Milana bonita, vuela.
Eligen el mes de febrero porque es cuando termina la temporada de caza con galgo, una modalidad que en Europa solo se practica en España desde que Reino Unido la aboliese en 2004, y que cada año nos deja cifras vergonzantes e innumerables fotos de animales abandonados y sacrificados porque se consideran “inservibles”, ya que según el Club Nacional del Galgo Español, la edad óptima del animal es de menos de tres años.
A partir de ese momento, otros muchos son exterminados al nacer, se deshacen de ellos y, si no son ahorcados, ahogados o quemados vivos, son las protectoras las que se hacen cargo de su recuperación, siempre de forma desinteresada y altruista.
Este último detalle para mí es fundamental, porque es lo que le da credibilidad a las cifras que manejan y que son discutidas por los cazadores, el Seprona y las propias Administraciones como "disparatadas" y "exageradas".
Cuando alguien emplea su tiempo, su dinero y parte de su vida a cuidar los más de 128.000 perros abandonados al año provenientes de la caza, solo por garantizar el bienestar animal, me merece el mayor de los respetos.
Todo lo demás es hipocresía, negocio e interés, ya que la caza mueve 6.500 millones de euros a través de las casi 750.000 licencias (solo nos supera Francia) y la industria generada a su alrededor para que un puñado de españoles se divierta matando y pegando tiros un fin de semana.
Valga como ejemplo la montería que hace unos días saltó a los medios de comunicación, en la que 70 cazadores mataron 447 animales, entre ciervos y jabalís, que expusieron en el suelo orgullosos para demostrar su valentía, su bravura, su buen hacer. Esos individuos con todas sus licencias en regla y las leyes de su parte, ¿hacían deporte? ¿Turismo? ¿Estaban garantizando la recuperación de la España vaciada? ¿Era una expedición científica para controlar las poblaciones y salvar los ecosistemas de Villaviciosa de Córdoba?
No lo creo, porque entonces no pagarían unos tres mil euros para poder llegar a casa y presumir de haberse cobrado (así lo llaman) seis o siete vidas por cabeza que no tenían posibilidad de escaparse porque las vallas cinegéticas se lo impedían.
Animales criados y encerrados para que, quien se lo pueda permitir, los acribille a balazos. ¿Es eso cultura? ¿Tradición? ¿Supervivencia? No, es simplemente un negocio del que se podría prescindir, porque ni los solo 200.000 empleos, ni todo el dinero que genera son excusa suficiente para justificar la violencia, la muerte y la sinrazón en la que se basan.
Y es normal que los aficionados a matar crean, y defiendan, que lo que hacen por el bien común, por el bien de los ecosistemas, porque en los cursos que los habilitan para obtener la licencia se lo cuenta la misma Consejería, si hablamos de Andalucía, que protege y cuida los Espacios Protegidos, las especies que están en peligro de extinción, y el Parlamento que les permite enseñar estas barbaridades en los centros educativos.
En apenas unas horas, con un manual de 31 páginas y tras un pequeño examen teórico y práctico, ya estás listo para saber identificar y disparar a las especies que, veloces, se cruzan en tu camino. Y todo eso con la adrenalina por las nubes, con el deseo acumulado de toda la semana limpiando tu escopeta y la necesidad de demostrar tus habilidades ante los tuyos.
Eso sí, paga. Y no te preocupes si eres menor de edad: aunque no puedas votar, ni conducir, te vamos a cobrar menos si algún adulto te lleva a disparar. Y si tienes más de 65 años, lo mismo ya no puedes conducir, pero te regalamos la licencia.
Nunca nos pondremos de acuerdo: las cifras, los datos, se interpretarán según el interés. Las manifestaciones en contra y a favor de la caza, de la Ley de Bienestar Animal, se llevarán a cabo en nuestras ciudades, y la crispación, las acusaciones cruzadas y la tensión seguirán creciendo mientras nuestras Administraciones sigan subvencionando y cediendo a la presión del pequeño pero rentable lobby de la caza. Son un porcentaje minoritario, pero hacen mucho ruido, generan mucho dinero, y van armados. Vuela, Milana bonita, vuela.
MOI PALMERO