El libro del deleite del ansioso por traspasar los horizontes (Kitāb nuzhat al-muštāq fĪ ḫtirāq al-āfāq) es el título de una obra escrita a mediados del siglo XII que se convertiría en una de las aportaciones más importantes para el conocimiento geográfico del mundo en la Edad Media europea.
Este tratado fue encargado por el rey normando de Sicilia, Roger II a al-Idrīsī, un sabio estudioso árabe que, probablemente, había nacido en Ceuta y era bisnieto de Idrīs II al-Ḥammūdī, soberano de la taifa de Málaga.
El objetivo era algo más que una visión espacial de conjunto del mundo allí representado: se pretendía la descripción de las “provincias” del mundo, la apariencia de sus gentes, sus formas de vestir y adornos, sus maravillas, los caminos para llegar allí y las distancias a las que se encontraban. Y para conseguirlo, al-Idrīsī recurrió a la información suministrada por los viajeros que pasaban por la corte de Roger II en Palermo, así como a las narraciones de escritores precedentes.
El resultado es una descripción del mundo conocido dividiéndolo verticalmente en siete climas y horizontalmente en diez secciones. Cada una de las 70 partes resultantes es objeto de una descripción exhaustiva que incluye datos de geografía física, paisajes, pueblos y ciudades, distancias, culturas…
Como ejemplo podemos ver el inicio de una traducción parcial al español que se publicó en 1799: “Esta primera parte del cuarto clima principia en la última banda de Occidente, de donde sale el seno del mar de Xám [Mediterráneo] del mar occidental [océano Atlántico] hacia el Oriente, y en esta parte se contiene la región Ándalus, que los Griegos llaman Esbânia [sic]…”.
De cada una de las partes descritas en la geografía de al-Idrīsī, se adjunta el mapa sectorial correspondiente, ya que la obra es concebida como una integración auténtica de textos y mapas al servicio de una información eficaz. Aquí, los elementos simbólicos que habíamos visto en los mapas comentados en entregas anteriores están relegados en función del carácter práctico, casi científico, de la obra.
Estos mapas tienen la característica de estar orientados verticalmente hacia el Sur, así que el Norte aparece abajo y el Sur, arriba. En muchos de los textos en los que se menciona esta obra se subraya este tipo de diseño como una rareza pero, en realidad, este tipo de orientación es común a los mapas del mundo creados por la escuela árabe de geógrafos Balkhī, a diferencia de los mapas que siguen la tradición ptolemaica. Por lo tanto, no es ninguna singularidad excepcional.
El resultado es una especie de puzle de 70 piezas que servirían a Konrad Miller para hacer un mapamundi de conjunto en 1928, siguiendo el siguiente esquema:
La reconstrucción de Miller dio como resultado el mapa que se ha reproducido más arriba y que permite apreciar más claramente la magnitud de trabajo de al-Idrīsī, al que puede considerarse como el más importante de los geógrafos y cartógrafos de la Edad Media. Si le damos la vuelta al mapa reconstruido por Miller, poniendo arriba el Norte, el contenido del mapa nos resultará más familiar, como podemos ver en la siguiente ilustración.
Esta magnífica obra fue posible por varios factores. En primer lugar, por los intereses políticos de Roger II en expandir su poder en el Mediterráneo –incluso llegó a crear un reino africano del que fue coronado rey en 1148–. En segundo lugar, el carácter multicultural de la corte de Roger II, en torno al cual había personas de las más diversas procedencias geográficas y étnicas: había muchos griegos, árabes, incluso algún inglés. De este modo, el monarca, a diferencia de muchas otras cortes europeas del momento, practicaba una gran tolerancia hacia creencias, lenguas y culturas.
Por último, el interés del monarca por las matemáticas y las ciencias “prácticas”, tal y como subraya el propio al-Idrīsī en su obra, en la cual manifiesta su admiración por el dominio de Roger en esos temas e, incluso, su diseño de instrumentos de hierro para calcular latitudes y longitudes.
Para valorar mejor la importancia de estos hechos debemos tener en cuenta que, en esos años, los cruzados cristianos todavía ocupaban Palestina a sangre y fuego. Y que, aún en fecha tan tardía como 1262, los mapas que se confeccionaban en otras partes de Europa eran como el conocido con el nombre de Mapamundi del Salterio que se reproduce en este enlace.
Se puede comprobar que sigue el modelo simbólico T-O, y que da más importancia a la presencia gráfica de símbolos y seres espirituales que a la precisión en la descripción geográfica. Afortunadamente, trabajos como el libro de al-Idrīsī abrirían camino para la apertura de conocimientos del Renacimiento.
Este tratado fue encargado por el rey normando de Sicilia, Roger II a al-Idrīsī, un sabio estudioso árabe que, probablemente, había nacido en Ceuta y era bisnieto de Idrīs II al-Ḥammūdī, soberano de la taifa de Málaga.
El objetivo era algo más que una visión espacial de conjunto del mundo allí representado: se pretendía la descripción de las “provincias” del mundo, la apariencia de sus gentes, sus formas de vestir y adornos, sus maravillas, los caminos para llegar allí y las distancias a las que se encontraban. Y para conseguirlo, al-Idrīsī recurrió a la información suministrada por los viajeros que pasaban por la corte de Roger II en Palermo, así como a las narraciones de escritores precedentes.
El resultado es una descripción del mundo conocido dividiéndolo verticalmente en siete climas y horizontalmente en diez secciones. Cada una de las 70 partes resultantes es objeto de una descripción exhaustiva que incluye datos de geografía física, paisajes, pueblos y ciudades, distancias, culturas…
Como ejemplo podemos ver el inicio de una traducción parcial al español que se publicó en 1799: “Esta primera parte del cuarto clima principia en la última banda de Occidente, de donde sale el seno del mar de Xám [Mediterráneo] del mar occidental [océano Atlántico] hacia el Oriente, y en esta parte se contiene la región Ándalus, que los Griegos llaman Esbânia [sic]…”.
De cada una de las partes descritas en la geografía de al-Idrīsī, se adjunta el mapa sectorial correspondiente, ya que la obra es concebida como una integración auténtica de textos y mapas al servicio de una información eficaz. Aquí, los elementos simbólicos que habíamos visto en los mapas comentados en entregas anteriores están relegados en función del carácter práctico, casi científico, de la obra.
Estos mapas tienen la característica de estar orientados verticalmente hacia el Sur, así que el Norte aparece abajo y el Sur, arriba. En muchos de los textos en los que se menciona esta obra se subraya este tipo de diseño como una rareza pero, en realidad, este tipo de orientación es común a los mapas del mundo creados por la escuela árabe de geógrafos Balkhī, a diferencia de los mapas que siguen la tradición ptolemaica. Por lo tanto, no es ninguna singularidad excepcional.
El resultado es una especie de puzle de 70 piezas que servirían a Konrad Miller para hacer un mapamundi de conjunto en 1928, siguiendo el siguiente esquema:
La reconstrucción de Miller dio como resultado el mapa que se ha reproducido más arriba y que permite apreciar más claramente la magnitud de trabajo de al-Idrīsī, al que puede considerarse como el más importante de los geógrafos y cartógrafos de la Edad Media. Si le damos la vuelta al mapa reconstruido por Miller, poniendo arriba el Norte, el contenido del mapa nos resultará más familiar, como podemos ver en la siguiente ilustración.
Esta magnífica obra fue posible por varios factores. En primer lugar, por los intereses políticos de Roger II en expandir su poder en el Mediterráneo –incluso llegó a crear un reino africano del que fue coronado rey en 1148–. En segundo lugar, el carácter multicultural de la corte de Roger II, en torno al cual había personas de las más diversas procedencias geográficas y étnicas: había muchos griegos, árabes, incluso algún inglés. De este modo, el monarca, a diferencia de muchas otras cortes europeas del momento, practicaba una gran tolerancia hacia creencias, lenguas y culturas.
Por último, el interés del monarca por las matemáticas y las ciencias “prácticas”, tal y como subraya el propio al-Idrīsī en su obra, en la cual manifiesta su admiración por el dominio de Roger en esos temas e, incluso, su diseño de instrumentos de hierro para calcular latitudes y longitudes.
Para valorar mejor la importancia de estos hechos debemos tener en cuenta que, en esos años, los cruzados cristianos todavía ocupaban Palestina a sangre y fuego. Y que, aún en fecha tan tardía como 1262, los mapas que se confeccionaban en otras partes de Europa eran como el conocido con el nombre de Mapamundi del Salterio que se reproduce en este enlace.
Se puede comprobar que sigue el modelo simbólico T-O, y que da más importancia a la presencia gráfica de símbolos y seres espirituales que a la precisión en la descripción geográfica. Afortunadamente, trabajos como el libro de al-Idrīsī abrirían camino para la apertura de conocimientos del Renacimiento.
JES JIMÉNEZ