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José Antonio Hernández | La risa y el humor

Por supuesto que repruebo la bofetada que Will Smith propinó a Chris Rock en la gala de los Oscar, pero también estoy en contra de la desafortunada broma que éste le gastó sobre el pelo rapado de su esposa Jada Pinckett Smith, quien había reconocido abiertamente que sufre alopecia.


El fácil recurso de provocar la risa refiriéndose a los defectos físicos de los demás, además de molestar y de agredir, revelan una falsa superioridad y un provocador desprecio. El humor, el buen humor, ejerce funciones terapéuticas, incluso cuando se refiere a vulnerabilidades y a deficiencias corporales, solo si despierta la comprensión y la compasión.

Pero, cuando no se expresa con amabilidad y con delicadeza, el humor aumenta los daños y los sufrimientos de quienes se sienten agredidos, y descubre la hinchazón y la vaciedad de quienes lo emplean. En esos casos, el humor no es un procedimiento para distraernos de la realidad sino una forma contraproducente de ocultar las propias carencias: es una manera burda de molestar o de herir.

Existe una clara distinción entre reírse con… y reírse de…, entre la diversión civilizada y las risotadas vulgares. Recordemos cómo Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, insiste en la diferencia entre el humor de las personas educadas y “el mal ángel” de la gente maleducada.

En esta obra asigna un distinguido lugar al ingenio y lo sitúa al lado la amistad y de la sinceridad como una de las tres virtudes sociales, pero este tipo de habilidad a la que él se refiere tiene mucho que ver con el refinamiento, con las buenas maneras y, en resumen, con la educación como, por ejemplo, cuando empleamos la “fina ironía”. Platón, en su República, también denuncia la costumbre de hacer reír acudiendo a las conductas groseras, incorrectas o vulgares.

La broma, cuando es amable y respetuosa, puede ser un regalo, pero cuando ofende, insulta o desprecia se convierte en burla que, como es sabido, es dañina, dolorosa y humillante: las chanzas son agresiones, insultos y, a veces, escarnios dolorosos.

No perdamos de vista que el humor, además de ser un juego de palabras gratas, es un festejo de nobles sentimientos, dos mecanismos de supervivencia de la vida humana, dos ingredientes que, aunque en distinta proporción, deberíamos administrar con habilidad, con tino y con gracia.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO
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