Una lectora de mi último artículo me dice que no acaba de quedarle claro el alcance o la relevancia del personaje de Lilith. La verdad es que mi propósito era hablar sobre las imágenes de Lilith más que sobre sus características míticas, pero creo que tiene razón en la conveniencia de explicar un poco más claramente las diferentes y sucesivas creencias respecto a ella.
En el siglo VI antes de nuestra era (a.n.e.), Jerusalén, tras un largo asedio, es conquistada por Nabucodonosor II, que acaba así con el reino de Judá. Sus habitantes son capturados y enviados a Babilonia, donde vivirán en el exilio durante un periodo de unos sesenta años. Naturalmente, se produce una cierta integración y asimilación cultural que va a influir en las creencias judías posteriores.
Entre las creencias babilónicas destacan una especie de semidiosas llamadas Lilitú, seductoras y habitantes de la noche. Parece que los judíos que regresaron del exilio a sus lugares de origen, así como otros muchos más que se dispersaron por otras regiones, llevaron consigo la creencia en las Lilitú pero con algunas características diferentes y con el nombre de Lilim (hijas de Lilith).
En esta versión, Lilith es una devoradora de niños recién nacidos y ya vimos en la entrega anterior cómo los judíos han hecho diversos tipos de amuletos, fundamentalmente para proteger a los niños contra el poder maléfico de Lilith. Estos amuletos se han utilizado hasta fecha muy reciente. Aquí podemos ver dos ejemplos: un amuleto persa de entre los siglos XVIII y XIX, en el que aparece Lilith encadenada para impedir su actuación como ladrona de recién nacidos.
Y este otro ejemplo de amuleto en papel impreso en Túnez hacia 1950. Aunque la calidad de la imagen es bastante mala, se puede leer (en hebreo) en la columna central y en la parte de abajo: “Lilith y toda su cohorte afuera”.
La interpretación de Lilith como primera compañera de Adán –antes de Eva– surge a partir del Alfabeto de Ben Sira, del que ya hablamos. Aunque hay que precisar que la idea de una predecesora de Eva es anterior y ya aparece en el Genesis Rabbah (escrito entre el 300 y el 500). Esta Lilith, habitante del Edén, es la que luego daría origen a la seductora mujer fatal que vimos en pinturas y textos desde el siglo XIX. Y, posteriormente, sería recuperada como emblema feminista de mujer que se niega a aceptar la sumisión al hombre.
Hay otras interpretaciones sobre Lilith, como la que narra Primo Levi: “…los cabalistas decían que tampoco estaba bien que estuviera Dios solo, por lo que, en el principio de los principios, se dio a sí mismo una compañera a la Shekiná, es decir, a su propia presencia en la creación. De este modo la Shekiná se convirtió en la esposa de Dios y, por tanto, en la madre de todos los pueblos (...). Dios se quedó solo y, como sucede a la mayoría de nosotros, no pudo resistirse a la soledad y a la tentación y se buscó una amante. ¿Adivinas quién? Lilit, la diablesa (...). Mientras Dios siga pecando con Lilit, habrá sobre la tierra sangre y dolor”.
Algunos autores han relacionado a Lilith con mitos griegos como el de Lamia, que fue transformada en una serpiente con pechos y cabeza femenina como castigo por devorar a sus propios hijos. Desde la Edad Media se pueden ver algunos ejemplos de una serpiente con cabeza y torso femeninos, relacionados con el Paraíso descrito en el Génesis. Quizás el más relevante sea el fresco de Miguel Ángel sobre la “Caída del Hombre, pecado original y expulsión del Paraíso”, que se puede contemplar en el techo de la Capilla Sixtina del Vaticano.
En la parte izquierda vemos a Adán y Eva debajo de una higuera y en la parte derecha, se ve a los mismos personajes notablemente desmejorados y envejecidos que son expulsados del Edén por un ángel armado de una espada. Se representa, por lo tanto, dos acciones desarrolladas en tiempo diferente. Y el recurso visual con el que se hace visible esta separación temporal es el tronco de la higuera en torno al cual se enrosca una rolliza serpiente que no solamente tiene cabeza y torso de mujer, sino que también tiene aspecto humano en sus caderas y el muslo que podemos distinguir.
Hay varios aspectos algo extraños en esta pintura. Parece que cada una de las piernas de este personaje híbrido se transforma en el cuerpo de la serpiente, pero dos piernas generan dos cuerpos de serpiente y al pie del árbol solo hay una cola de la serpiente. ¿Se fusionan ambos cuerpos serpentinos en uno solo? ¿Y dónde lo hacen? ¿En la parte del tronco no visible?
Segundo problema: la higuera. El árbol tiene hojas y tronco de higuera. Es claramente una higuera. Pero se nos había contado reiteradamente que la serpiente del Edén ofrece la manzana prohibida a Eva y ésta a su vez, la comparte con Adán.
¿Estamos ante una higuera que da manzanas en vez de higos? No parece esa la explicación, ya que si nos fijamos en las manos en contacto, de Eva y la mujer-serpiente, tampoco se ve ninguna manzana. Y, por último: ¿Es Lilith la mujer-serpiente? ¿Se ha producido una fusión icónica entre los personajes de Lilith y la serpiente tentadora? ¿Lo averiguaremos en la próxima entrega?
En el siglo VI antes de nuestra era (a.n.e.), Jerusalén, tras un largo asedio, es conquistada por Nabucodonosor II, que acaba así con el reino de Judá. Sus habitantes son capturados y enviados a Babilonia, donde vivirán en el exilio durante un periodo de unos sesenta años. Naturalmente, se produce una cierta integración y asimilación cultural que va a influir en las creencias judías posteriores.
Entre las creencias babilónicas destacan una especie de semidiosas llamadas Lilitú, seductoras y habitantes de la noche. Parece que los judíos que regresaron del exilio a sus lugares de origen, así como otros muchos más que se dispersaron por otras regiones, llevaron consigo la creencia en las Lilitú pero con algunas características diferentes y con el nombre de Lilim (hijas de Lilith).
En esta versión, Lilith es una devoradora de niños recién nacidos y ya vimos en la entrega anterior cómo los judíos han hecho diversos tipos de amuletos, fundamentalmente para proteger a los niños contra el poder maléfico de Lilith. Estos amuletos se han utilizado hasta fecha muy reciente. Aquí podemos ver dos ejemplos: un amuleto persa de entre los siglos XVIII y XIX, en el que aparece Lilith encadenada para impedir su actuación como ladrona de recién nacidos.
Y este otro ejemplo de amuleto en papel impreso en Túnez hacia 1950. Aunque la calidad de la imagen es bastante mala, se puede leer (en hebreo) en la columna central y en la parte de abajo: “Lilith y toda su cohorte afuera”.
La interpretación de Lilith como primera compañera de Adán –antes de Eva– surge a partir del Alfabeto de Ben Sira, del que ya hablamos. Aunque hay que precisar que la idea de una predecesora de Eva es anterior y ya aparece en el Genesis Rabbah (escrito entre el 300 y el 500). Esta Lilith, habitante del Edén, es la que luego daría origen a la seductora mujer fatal que vimos en pinturas y textos desde el siglo XIX. Y, posteriormente, sería recuperada como emblema feminista de mujer que se niega a aceptar la sumisión al hombre.
Hay otras interpretaciones sobre Lilith, como la que narra Primo Levi: “…los cabalistas decían que tampoco estaba bien que estuviera Dios solo, por lo que, en el principio de los principios, se dio a sí mismo una compañera a la Shekiná, es decir, a su propia presencia en la creación. De este modo la Shekiná se convirtió en la esposa de Dios y, por tanto, en la madre de todos los pueblos (...). Dios se quedó solo y, como sucede a la mayoría de nosotros, no pudo resistirse a la soledad y a la tentación y se buscó una amante. ¿Adivinas quién? Lilit, la diablesa (...). Mientras Dios siga pecando con Lilit, habrá sobre la tierra sangre y dolor”.
Algunos autores han relacionado a Lilith con mitos griegos como el de Lamia, que fue transformada en una serpiente con pechos y cabeza femenina como castigo por devorar a sus propios hijos. Desde la Edad Media se pueden ver algunos ejemplos de una serpiente con cabeza y torso femeninos, relacionados con el Paraíso descrito en el Génesis. Quizás el más relevante sea el fresco de Miguel Ángel sobre la “Caída del Hombre, pecado original y expulsión del Paraíso”, que se puede contemplar en el techo de la Capilla Sixtina del Vaticano.
En la parte izquierda vemos a Adán y Eva debajo de una higuera y en la parte derecha, se ve a los mismos personajes notablemente desmejorados y envejecidos que son expulsados del Edén por un ángel armado de una espada. Se representa, por lo tanto, dos acciones desarrolladas en tiempo diferente. Y el recurso visual con el que se hace visible esta separación temporal es el tronco de la higuera en torno al cual se enrosca una rolliza serpiente que no solamente tiene cabeza y torso de mujer, sino que también tiene aspecto humano en sus caderas y el muslo que podemos distinguir.
Hay varios aspectos algo extraños en esta pintura. Parece que cada una de las piernas de este personaje híbrido se transforma en el cuerpo de la serpiente, pero dos piernas generan dos cuerpos de serpiente y al pie del árbol solo hay una cola de la serpiente. ¿Se fusionan ambos cuerpos serpentinos en uno solo? ¿Y dónde lo hacen? ¿En la parte del tronco no visible?
Segundo problema: la higuera. El árbol tiene hojas y tronco de higuera. Es claramente una higuera. Pero se nos había contado reiteradamente que la serpiente del Edén ofrece la manzana prohibida a Eva y ésta a su vez, la comparte con Adán.
¿Estamos ante una higuera que da manzanas en vez de higos? No parece esa la explicación, ya que si nos fijamos en las manos en contacto, de Eva y la mujer-serpiente, tampoco se ve ninguna manzana. Y, por último: ¿Es Lilith la mujer-serpiente? ¿Se ha producido una fusión icónica entre los personajes de Lilith y la serpiente tentadora? ¿Lo averiguaremos en la próxima entrega?
JES JIMÉNEZ SEGURA