Decía Erich Fromm, psicólogo de origen alemán por el que siento gran admiración, que la verdadera religión de los individuos es aquello que se ama en lo más hondo. Así, hay individuos a los que el dinero, el poder, la fama o el lucro les generan los sentimientos más intensos y apasionados, aunque después se declaren fervientes seguidores de algún credo socialmente establecido.
Es cierto que también existen aquellos individuos cuyos valores caminan en otro sentido, por lo que no es de descartar que la libertad, la amistad, la solidaridad o la igualdad se encuentren entre sus emociones más profundas.
He de apuntar que Erich Fromm hacía referencia en sus escritos a los sentimientos más intensos de las personas, independientemente de las instituciones sociales establecidas. No obstante, la actual sociedad presenta múltiples organizaciones cuyos miembros siguen sus actividades, ritos y símbolos con verdadera pasión, implicándose en ellos como si fueran indisociables de sus vidas, no imaginándose que pudieran simpatizar con otras que consideran rivales, o que renunciaran a los centros, grupos, peñas, clubes, círculos, etc., de los que forman parte.
Bien es cierto que el autor aludido relacionaba estas conexiones entre el individuo y el grupo tomando como base el estudio del ‘sentimiento de pertenencia’, un sentimiento innato que portamos todos los seres humanos, por lo que tenemos la necesidad de formar parte de algún grupo o colectividad, evitando con ello sentirnos aislados.
Pensando en estos supuestos, siempre me viene a la mente un deporte, el fútbol, en la actualidad convertido en un inmenso espectáculo que aglutina a su alrededor millones de fieles e incondicionales seguidores. Es tanta la pasión que genera en muchos de sus partidarios que cabe preguntarse si los clubes favoritos no acaban siendo auténticas ‘religiones’ para los aficionados que los siguen de manera casi devocional.
Para algunos que me estén leyendo esta comparación les puede parecer una osadía. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que, mayoritariamente, la pertenencia a un determinado credo se recibe de los padres, puesto que entre sus funciones se encuentra la de potenciar ese sentido o sentimiento de pertenencia al que he aludido. De este modo, los fieles sienten que forman parte de una colectividad o comunidad muy ligada a una historia y una cultura.
Algo similar sucede con el fútbol, ya que lo normal es que un niño sea aficionado del club al que pertenece el padre. Las madres, en este tema, no tienen la misma relevancia que en otras cuestiones, aunque suelen defender los colores del equipo que apasiona en la familia.
Muy clarificadora de lo que hablamos es la escena que realizó el autor del dibujo de la portada. En ella, vemos a los cuatro miembros que componen la familia: sentados en el sofá, mirando absortos la pantalla de la televisión en la que aparece, muy bien trazado, el escudo del Barcelona, como si fuera el símbolo que los unifica. No es, por tanto, una imagen religiosa, como tiempo atrás acontecía y que solía estar en un sitio relevante dentro del salón de la casa.
Como prueba de la continuidad familiar de la que hablo es el dibujo que acabamos de ver. Lo realizó un chico muy aficionado también al Barcelona, por lo que se representó con la vestimenta de su equipo favorito, al igual que a su padre que aparece a su lado, como si la tradición se cumpliera al unirse ambos en la misma simbología.
Como detalle, quisiera apuntar que no sé si es el Barcelona el club de primera división más seguido por los niños y adolescentes de Córdoba y Andalucía; aunque, resulta ser el equipo del que tengo más dibujos dentro del extenso archivo del tema de la familia.
Ya sabemos que esta nueva ‘religión’ no sobreviviría sin los millones de euros que se barajan en los fichajes de las estrellas que saltan de un equipo a otro a base de sustanciosos contratos, por lo que los directivos tienen que buscar marcas patrocinadoras que pagarán grandes cantidades para que sus jugadores las anuncien.
Y como vivimos en una sociedad hipercapitalista, comprobamos que los clubes pasan de unas marcas a otras dependiendo de las cantidades que estén dispuestas a pagar. Así pues, los muy aficionados al Real Madrid pronto se dan cuenta que el dibujo de Manuel es de hace algunos años, pues su padre aparece trazado con una vestimenta en la que se anuncia Teka; mientras que en la actualidad los jugadores portan la de la compañía aérea Emirates, de Emiratos Árabes Unidos, país enriquecido por el inmenso petróleo que acumula y por no respetar los derechos humanos.
También es posible que toda la familia fuera del mismo equipo, con lo que se reforzarían esas señas de identidad y de pertenencia de las que hablo. Es lo que encontramos en el dibujo de un chico de 10 años que ha vestido a todos sus miembros con los colores del Córdoba, tal como él mismo me indicó, y que son los mismos que los del Betis. Esa admiración es tan grande que también ha coloreado los calzones de color verde, a pesar de que los jugadores de este equipo saltan al campo de fútbol con calzón blanco o negro, según las circunstancias.
Como bien sabemos, los fieles de cada credo suelen considerar que el suyo es la verdadero y que las otras fes son heréticas, impías o están en el error. Esta convicción es fundamental, por lo que nadie, excepto casos aislados, lo abandona para pasarse a otro, pues no solamente se considera una traición o apostasía, sino que en determinados países se castiga duramente, incluso con la pena de muerte, abandonar la ‘religión verdadera’.
También en el fútbol es impensable que un aficionado se pase al equipo rival. A nadie le entra en su cabeza que, por ejemplo, un ‘colchonero’ se cambie a las filas ‘merengues’, o que un bético lo hiciera a las filas sevillistas. Los amigos, la familia, sus antiguos compañeros siempre se lo estarían recriminando y no le perdonarían nunca esa ‘herejía’.
En mi caso, y para cerrar esta incursión por la pasión o devoción por el fútbol, quisiera manifestar que desde muy pequeño soy seguidor del Barcelona, por consejo de un hermano mayor. De este modo, y tal como lo expresa el chico del dibujo anterior, así veo yo de grande al delantero culé cuando se acerca a la portería contraria: grande, potente y genial ante un portero insignificante que no detendrá el zarpazo que le va a lanzar… En fin, todos tenemos nuestras debilidades y nuestras creencias en esos falsos profetas como son las estrellas rutilantes de un mundo que inunda las televisiones del planeta Tierra.
Es cierto que también existen aquellos individuos cuyos valores caminan en otro sentido, por lo que no es de descartar que la libertad, la amistad, la solidaridad o la igualdad se encuentren entre sus emociones más profundas.
He de apuntar que Erich Fromm hacía referencia en sus escritos a los sentimientos más intensos de las personas, independientemente de las instituciones sociales establecidas. No obstante, la actual sociedad presenta múltiples organizaciones cuyos miembros siguen sus actividades, ritos y símbolos con verdadera pasión, implicándose en ellos como si fueran indisociables de sus vidas, no imaginándose que pudieran simpatizar con otras que consideran rivales, o que renunciaran a los centros, grupos, peñas, clubes, círculos, etc., de los que forman parte.
Bien es cierto que el autor aludido relacionaba estas conexiones entre el individuo y el grupo tomando como base el estudio del ‘sentimiento de pertenencia’, un sentimiento innato que portamos todos los seres humanos, por lo que tenemos la necesidad de formar parte de algún grupo o colectividad, evitando con ello sentirnos aislados.
Pensando en estos supuestos, siempre me viene a la mente un deporte, el fútbol, en la actualidad convertido en un inmenso espectáculo que aglutina a su alrededor millones de fieles e incondicionales seguidores. Es tanta la pasión que genera en muchos de sus partidarios que cabe preguntarse si los clubes favoritos no acaban siendo auténticas ‘religiones’ para los aficionados que los siguen de manera casi devocional.
Para algunos que me estén leyendo esta comparación les puede parecer una osadía. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que, mayoritariamente, la pertenencia a un determinado credo se recibe de los padres, puesto que entre sus funciones se encuentra la de potenciar ese sentido o sentimiento de pertenencia al que he aludido. De este modo, los fieles sienten que forman parte de una colectividad o comunidad muy ligada a una historia y una cultura.
Algo similar sucede con el fútbol, ya que lo normal es que un niño sea aficionado del club al que pertenece el padre. Las madres, en este tema, no tienen la misma relevancia que en otras cuestiones, aunque suelen defender los colores del equipo que apasiona en la familia.
Muy clarificadora de lo que hablamos es la escena que realizó el autor del dibujo de la portada. En ella, vemos a los cuatro miembros que componen la familia: sentados en el sofá, mirando absortos la pantalla de la televisión en la que aparece, muy bien trazado, el escudo del Barcelona, como si fuera el símbolo que los unifica. No es, por tanto, una imagen religiosa, como tiempo atrás acontecía y que solía estar en un sitio relevante dentro del salón de la casa.
Como prueba de la continuidad familiar de la que hablo es el dibujo que acabamos de ver. Lo realizó un chico muy aficionado también al Barcelona, por lo que se representó con la vestimenta de su equipo favorito, al igual que a su padre que aparece a su lado, como si la tradición se cumpliera al unirse ambos en la misma simbología.
Como detalle, quisiera apuntar que no sé si es el Barcelona el club de primera división más seguido por los niños y adolescentes de Córdoba y Andalucía; aunque, resulta ser el equipo del que tengo más dibujos dentro del extenso archivo del tema de la familia.
Ya sabemos que esta nueva ‘religión’ no sobreviviría sin los millones de euros que se barajan en los fichajes de las estrellas que saltan de un equipo a otro a base de sustanciosos contratos, por lo que los directivos tienen que buscar marcas patrocinadoras que pagarán grandes cantidades para que sus jugadores las anuncien.
Y como vivimos en una sociedad hipercapitalista, comprobamos que los clubes pasan de unas marcas a otras dependiendo de las cantidades que estén dispuestas a pagar. Así pues, los muy aficionados al Real Madrid pronto se dan cuenta que el dibujo de Manuel es de hace algunos años, pues su padre aparece trazado con una vestimenta en la que se anuncia Teka; mientras que en la actualidad los jugadores portan la de la compañía aérea Emirates, de Emiratos Árabes Unidos, país enriquecido por el inmenso petróleo que acumula y por no respetar los derechos humanos.
También es posible que toda la familia fuera del mismo equipo, con lo que se reforzarían esas señas de identidad y de pertenencia de las que hablo. Es lo que encontramos en el dibujo de un chico de 10 años que ha vestido a todos sus miembros con los colores del Córdoba, tal como él mismo me indicó, y que son los mismos que los del Betis. Esa admiración es tan grande que también ha coloreado los calzones de color verde, a pesar de que los jugadores de este equipo saltan al campo de fútbol con calzón blanco o negro, según las circunstancias.
Como bien sabemos, los fieles de cada credo suelen considerar que el suyo es la verdadero y que las otras fes son heréticas, impías o están en el error. Esta convicción es fundamental, por lo que nadie, excepto casos aislados, lo abandona para pasarse a otro, pues no solamente se considera una traición o apostasía, sino que en determinados países se castiga duramente, incluso con la pena de muerte, abandonar la ‘religión verdadera’.
También en el fútbol es impensable que un aficionado se pase al equipo rival. A nadie le entra en su cabeza que, por ejemplo, un ‘colchonero’ se cambie a las filas ‘merengues’, o que un bético lo hiciera a las filas sevillistas. Los amigos, la familia, sus antiguos compañeros siempre se lo estarían recriminando y no le perdonarían nunca esa ‘herejía’.
En mi caso, y para cerrar esta incursión por la pasión o devoción por el fútbol, quisiera manifestar que desde muy pequeño soy seguidor del Barcelona, por consejo de un hermano mayor. De este modo, y tal como lo expresa el chico del dibujo anterior, así veo yo de grande al delantero culé cuando se acerca a la portería contraria: grande, potente y genial ante un portero insignificante que no detendrá el zarpazo que le va a lanzar… En fin, todos tenemos nuestras debilidades y nuestras creencias en esos falsos profetas como son las estrellas rutilantes de un mundo que inunda las televisiones del planeta Tierra.
AURELIANO SÁINZ