Utilizo el término "holocausto" para expresar lo que, según el diccionario de la RAE, en su primera acepción, significa el mismo: “gran matanza de seres humanos”, pero también para valerme de la connotación que, en su segunda acepción, infiere: “exterminio sistemático de judíos”.
Porque con "holocausto" nos referimos, habitualmente, al genocidio cometido por el régimen nazi de Hitler contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando asesinaron a seis millones de judíos europeos. Esa matanza es conocida también por el término hebreo Shoá.
Además, tradicionalmente para los israelitas, el holocausto era el sacrificio religioso en que se quemaba una víctima. Se trata, por tanto, de una palabra que engloba para los hebreos historia, costumbres y religión. Pero parece que olvidan todos sus significados.
Porque lo que está haciendo actualmente el Gobierno hebreo de Netanyahu es un holocausto del pueblo palestino: una masacre, una matanza, el exterminio, si no sistemático, constante y paulatino de los seres humanos que históricamente habitaban Palestina, el territorio que hoy ocupa Israel y de donde los quiere expulsar o eliminar.
El último capítulo de este plan de exterminio es la actual ofensiva bélica de Israel sobre la Franja de Gaza, en la que, aplicando la “doctrina Dahiya”, está golpeando a la indefensa población gazatí de manera desproporcionada con toda la maquinaria militar disponible, sin discriminar entre civiles y combatientes de Hamás, al considerar que todos ellos son objetivos legítimos. Es decir, los judíos contemporáneos están cometiendo un holocausto sobre el pueblo palestino, olvidándose de su propia historia, costumbres y creencias.
No hay otra forma de entender la enloquecida reacción “defensiva”, promovida por el gabinete sionista de Netanyahu, tras el ataque terrorista de la milicia palestina de Hamás contra algunos poblados rurales israelíes, limítrofes con Gaza, en los que causó 1.200 israelíes asesinados y secuestraron otros 230 que retienen en Gaza como rehenes.
El contraataque “defensivo” de Israel ha ocasionado, hasta la fecha, más de 19.000 gazatíes muertos, entre ellos 7.000 niños, 5.000 mujeres y miles de desaparecidos, sin importar si eran civiles o combatientes. Y donde ha matado a personal sanitario y periodistas, destruido más de 50 instalaciones de la ONU, 26 hospitales, 55 ambulancias, 81 mezquitas, 278 escuelas y decenas de miles de viviendas y edificios públicos.
Dado este balance, más que legítima defensa, lo que está practicando en Gaza es una venganza que transgrede el Derecho Internacional Humanitario y que persigue un fin preciso: el exterminio de la totalidad de la población palestina gazatí.
Algo que también, aprovechando la operación militar sobre Gaza, se está haciendo en Cisjordania, aunque en menor medida pero con idéntica desconsideración de vidas inocentes. Allí los pasos fronterizos con Jerusalén, controlados por Israel, han sido cerrados y las incursiones militares y los arrestos arbitrarios se han incrementado considerablemente desde el pasado 7 de octubre.
El resultado es de más 300 palestinos muertos, entre los que hay que contar más de 70 niños, nueve de ellos a manos de colonos israelíes. Sin ningún motivo que justifique la acción israelí, estas cifras de muertos palestinos son ya las más altas desde la Segunda Intifada, convirtiendo al año 2023 en el más sangriento en la Cisjordania ocupada, un territorio palestino al que Israel continuamente salpica con colonias ilegales de asentamientos judíos.
Y todo ello gracias a que Israel, al no tener que atender otros frentes bélicos con sus vecinos por contar con la cobertura estadounidense en la región, se puede concentrar tranquilamente en aplastar al pueblo palestino en sus menguantes territorios de Gaza y Cisjordania, hasta su total aniquilación, si la comunidad internacional no lo impide. Un auténtico holocausto.
Pero, más allá de repetir en dirección opuesta –de víctima a verdugo- la historia y las costumbres hebreas sobre el holocausto, Israel también se deja llevar por las connotaciones religiosas del término, al creerse el “pueblo elegido” por Dios y considerar a Palestina la “tierra prometida”.
Tal componente religioso no es más que el fruto de una lectura fundamentalista de los textos bíblicos, de la que extrae la leyenda de que esa tierra palestina le pertenece por “Derecho Divino”. De ahí que, desde la fundación del Estado hebreo hace 75 años, Israel esté obsesionado y absolutamente convencido en ocupar totalmente la antigua tierra de Palestina, de la que expulsa o aniquila su población árabe, a la que sacrifica bajo el fuego de las bombas en pos de ese designio religioso. Holocausto del pueblo palestino en su tercera acepción.
Ya no se acuerdan los judíos –o sus gobernantes más radicales- que fueron víctimas del holocausto de Hitler. Pero, si lo recuerdan, no han aprendido que la matanza de seres humanos es un crimen injustificable e inextinguible de lesa humanidad.
Y que del mismo modo que ellos todavía persiguen a criminales nazis para hacer justicia, también podrían los dirigentes y responsable hebreos ser buscados y condenados en el futuro por la expulsión del pueblo palestino de sus tierras y los continuos planes que ejecutaron, con múltiples excusas, para su exterminio.
Podrían ser castigados por el holocausto palestino que están llevando a cabo directamente en Gaza e indirectamente en Cisjordania. Un sonrojante bochorno para cualquier hebreo con conocimiento de su historia, costumbres y creencias, englobadas en una misma palabra: holocausto.
Porque con "holocausto" nos referimos, habitualmente, al genocidio cometido por el régimen nazi de Hitler contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando asesinaron a seis millones de judíos europeos. Esa matanza es conocida también por el término hebreo Shoá.
Además, tradicionalmente para los israelitas, el holocausto era el sacrificio religioso en que se quemaba una víctima. Se trata, por tanto, de una palabra que engloba para los hebreos historia, costumbres y religión. Pero parece que olvidan todos sus significados.
Porque lo que está haciendo actualmente el Gobierno hebreo de Netanyahu es un holocausto del pueblo palestino: una masacre, una matanza, el exterminio, si no sistemático, constante y paulatino de los seres humanos que históricamente habitaban Palestina, el territorio que hoy ocupa Israel y de donde los quiere expulsar o eliminar.
El último capítulo de este plan de exterminio es la actual ofensiva bélica de Israel sobre la Franja de Gaza, en la que, aplicando la “doctrina Dahiya”, está golpeando a la indefensa población gazatí de manera desproporcionada con toda la maquinaria militar disponible, sin discriminar entre civiles y combatientes de Hamás, al considerar que todos ellos son objetivos legítimos. Es decir, los judíos contemporáneos están cometiendo un holocausto sobre el pueblo palestino, olvidándose de su propia historia, costumbres y creencias.
No hay otra forma de entender la enloquecida reacción “defensiva”, promovida por el gabinete sionista de Netanyahu, tras el ataque terrorista de la milicia palestina de Hamás contra algunos poblados rurales israelíes, limítrofes con Gaza, en los que causó 1.200 israelíes asesinados y secuestraron otros 230 que retienen en Gaza como rehenes.
El contraataque “defensivo” de Israel ha ocasionado, hasta la fecha, más de 19.000 gazatíes muertos, entre ellos 7.000 niños, 5.000 mujeres y miles de desaparecidos, sin importar si eran civiles o combatientes. Y donde ha matado a personal sanitario y periodistas, destruido más de 50 instalaciones de la ONU, 26 hospitales, 55 ambulancias, 81 mezquitas, 278 escuelas y decenas de miles de viviendas y edificios públicos.
Dado este balance, más que legítima defensa, lo que está practicando en Gaza es una venganza que transgrede el Derecho Internacional Humanitario y que persigue un fin preciso: el exterminio de la totalidad de la población palestina gazatí.
Algo que también, aprovechando la operación militar sobre Gaza, se está haciendo en Cisjordania, aunque en menor medida pero con idéntica desconsideración de vidas inocentes. Allí los pasos fronterizos con Jerusalén, controlados por Israel, han sido cerrados y las incursiones militares y los arrestos arbitrarios se han incrementado considerablemente desde el pasado 7 de octubre.
El resultado es de más 300 palestinos muertos, entre los que hay que contar más de 70 niños, nueve de ellos a manos de colonos israelíes. Sin ningún motivo que justifique la acción israelí, estas cifras de muertos palestinos son ya las más altas desde la Segunda Intifada, convirtiendo al año 2023 en el más sangriento en la Cisjordania ocupada, un territorio palestino al que Israel continuamente salpica con colonias ilegales de asentamientos judíos.
Y todo ello gracias a que Israel, al no tener que atender otros frentes bélicos con sus vecinos por contar con la cobertura estadounidense en la región, se puede concentrar tranquilamente en aplastar al pueblo palestino en sus menguantes territorios de Gaza y Cisjordania, hasta su total aniquilación, si la comunidad internacional no lo impide. Un auténtico holocausto.
Pero, más allá de repetir en dirección opuesta –de víctima a verdugo- la historia y las costumbres hebreas sobre el holocausto, Israel también se deja llevar por las connotaciones religiosas del término, al creerse el “pueblo elegido” por Dios y considerar a Palestina la “tierra prometida”.
Tal componente religioso no es más que el fruto de una lectura fundamentalista de los textos bíblicos, de la que extrae la leyenda de que esa tierra palestina le pertenece por “Derecho Divino”. De ahí que, desde la fundación del Estado hebreo hace 75 años, Israel esté obsesionado y absolutamente convencido en ocupar totalmente la antigua tierra de Palestina, de la que expulsa o aniquila su población árabe, a la que sacrifica bajo el fuego de las bombas en pos de ese designio religioso. Holocausto del pueblo palestino en su tercera acepción.
Ya no se acuerdan los judíos –o sus gobernantes más radicales- que fueron víctimas del holocausto de Hitler. Pero, si lo recuerdan, no han aprendido que la matanza de seres humanos es un crimen injustificable e inextinguible de lesa humanidad.
Y que del mismo modo que ellos todavía persiguen a criminales nazis para hacer justicia, también podrían los dirigentes y responsable hebreos ser buscados y condenados en el futuro por la expulsión del pueblo palestino de sus tierras y los continuos planes que ejecutaron, con múltiples excusas, para su exterminio.
Podrían ser castigados por el holocausto palestino que están llevando a cabo directamente en Gaza e indirectamente en Cisjordania. Un sonrojante bochorno para cualquier hebreo con conocimiento de su historia, costumbres y creencias, englobadas en una misma palabra: holocausto.
DANIEL GUERRERO