Los monólogos cómicos me recuerdan a las charlas entre amigos a partir de la tercera copa cuando, desinhibido, quieres mantener el sentido del decoro y la buena educación, pero sueltas burradas que si las graban, tal como están las cosas, terminas en la cárcel o, lo que es peor, juzgado, sentenciado y etiquetado en redes sociales para el resto de tu vida. Para evitar problemas, he decidido quitarme de los amigos y beber solo, pero me hago tanta gracia que me grabo, lo subo a las redes y la lio parda.
Pretendía escribir un monólogo sobre Topuria, el hombre de moda, porque estaría bien hacer Scary Movie antes de que Piqué haga un documental épico o el remake de Rocky, pero siendo consciente de mi falta de chispa e ingenio. No me atrevo porque, como no le haga gracia y me mire como miró al australiano antes de jugar a esas cosas que juegan ellos de romperse las cejas y los labios, y que llaman deporte, me hago un Jesulín y 13 y me meo toa, toa, toa.
De todas formas, creo que sé cuál es el truco para conservar la nariz y los dientes. Si lo ves en pantalón corto y te invita a subir al octógono, no le hagas caso por mucho que te sonría. Si va vestido de traje puedes respirar más tranquilo. En ese momento son más peligros sus correligionarios, que me da que tienen menos respeto por las normas, las deportivas incluidas, y lo idolatran como a su Führer, su Duce, o su simpático Caudillo. Por eso será lo de ir siempre con la camisa nueva.
A ver, que no digo que porque lo patrocinase Desokupa sea también de su cuerda política. Irían juntos al mismo gimnasio, y ya se sabe que entre mancuernas, poses ante el espejo, consejos de dietas e intercambio de pastillitas de colores, se hacen mejores relaciones que en el palco del Bernabéu –que se lo pregunten a Antonio Tejado–.
Aunque, al fin y al cabo, dicen las malas lenguas, esos palcos no se diferencian mucho de los gimnasios, porque también se habla de cuernos, mantienen la pose, se aconsejan cómo adelgazar las cuentas con Hacienda, intercambian pastillas azules para seguir dando por donde amargan los pepinos y flotan en el ambiente polvos blancos para correr por la banda.
El Bernabéu lo conoce y, por lo que nos han dejado entrever, la sintonía con el presidente es buena. Lo que no tengo muy claro es qué relación hay entre ellos. ¿Se tratan de tú a tú, de capitalista a capitalista, de soñador de la Superliga a soñador de un supercombate de la UFC? ¿De capo a ejecutor? ¿De maestro a aprendiz? ¿De dueño a heredero? ¿De titiritero a títere? ¿O es el entrenador de Valverde y Vinicius?
Lo que no hay duda es de que lo ha presentado en sociedad, a la prensa afín, para que lo blanqueen como un superhéroe, y a los que tienen que firmarle los papelitos para llevar a cabo sus negocios, perdón, sus sueños. A todos les ha dejado su cinturón, menos al rojo de la Moncloa, al que le ha dicho que se lo deja si le da un DNI español, que como ha estado 12 años defendiendo la patria, se le ha olvidado solicitarlo como es debido o porque sabe, insinúa la Policía, que no cumple los requisitos.
Pero es más español que El Cid, mataría a quien mancillase la bandera que luce con orgullo y ofendiese a este país que tanto le ha dado. Y todos, si viene con un triunfo y la promesa de llenarle los bolsillos, tan contentos. A ver si cuando le partan la cara y tenga que hacer cola en la puerta del centro de salud con Poli Díaz, El Potro de Vallecas, lo tratan con tanto respeto y admiración.
Si es tan listo como parece, no lo dudo, debería haber aprendido que, en este país, y más en ese campo en el que sueña con pelear, vales por lo que generas y pasas muy rápido de héroe a villano. Supongo que ver el trato recibido por Sergio Ramos le habrá dado que pensar.
Lo que está claro es que le gusta el futbol. Supongo que su amor por España es porque, nada más llegar al país, ganamos, tras el Mundial, la segunda Eurocopa seguida, y lo primero que aprendió fue el cántico de “Yo soy español, español, español”. Y eso, con 15 años, no se olvida. Además, quiero creer que lo de Matador es en homenaje a Kempes, que jugó en el Hércules de Alicante, no por mezclar también la cultura con la sangre y la tortura.
Al final no he conseguido enmascarar con el humor –para eso hay que valer– mi repulsión por la figura de Topuria y lo que representa; la vergüenza de ver a los políticos babeando ante él, a los periodistas falderos justificar la violencia vistiéndola de deporte con valores, y a la gran masa ansiosa por dejarse engatusar por el capitalismo más atroz, comprando un producto que enriquece a unos cuantos y humilla nuestra inteligencia y humanidad. Pan y circo: opio y vaselina para el pueblo.
Pretendía escribir un monólogo sobre Topuria, el hombre de moda, porque estaría bien hacer Scary Movie antes de que Piqué haga un documental épico o el remake de Rocky, pero siendo consciente de mi falta de chispa e ingenio. No me atrevo porque, como no le haga gracia y me mire como miró al australiano antes de jugar a esas cosas que juegan ellos de romperse las cejas y los labios, y que llaman deporte, me hago un Jesulín y 13 y me meo toa, toa, toa.
De todas formas, creo que sé cuál es el truco para conservar la nariz y los dientes. Si lo ves en pantalón corto y te invita a subir al octógono, no le hagas caso por mucho que te sonría. Si va vestido de traje puedes respirar más tranquilo. En ese momento son más peligros sus correligionarios, que me da que tienen menos respeto por las normas, las deportivas incluidas, y lo idolatran como a su Führer, su Duce, o su simpático Caudillo. Por eso será lo de ir siempre con la camisa nueva.
A ver, que no digo que porque lo patrocinase Desokupa sea también de su cuerda política. Irían juntos al mismo gimnasio, y ya se sabe que entre mancuernas, poses ante el espejo, consejos de dietas e intercambio de pastillitas de colores, se hacen mejores relaciones que en el palco del Bernabéu –que se lo pregunten a Antonio Tejado–.
Aunque, al fin y al cabo, dicen las malas lenguas, esos palcos no se diferencian mucho de los gimnasios, porque también se habla de cuernos, mantienen la pose, se aconsejan cómo adelgazar las cuentas con Hacienda, intercambian pastillas azules para seguir dando por donde amargan los pepinos y flotan en el ambiente polvos blancos para correr por la banda.
El Bernabéu lo conoce y, por lo que nos han dejado entrever, la sintonía con el presidente es buena. Lo que no tengo muy claro es qué relación hay entre ellos. ¿Se tratan de tú a tú, de capitalista a capitalista, de soñador de la Superliga a soñador de un supercombate de la UFC? ¿De capo a ejecutor? ¿De maestro a aprendiz? ¿De dueño a heredero? ¿De titiritero a títere? ¿O es el entrenador de Valverde y Vinicius?
Lo que no hay duda es de que lo ha presentado en sociedad, a la prensa afín, para que lo blanqueen como un superhéroe, y a los que tienen que firmarle los papelitos para llevar a cabo sus negocios, perdón, sus sueños. A todos les ha dejado su cinturón, menos al rojo de la Moncloa, al que le ha dicho que se lo deja si le da un DNI español, que como ha estado 12 años defendiendo la patria, se le ha olvidado solicitarlo como es debido o porque sabe, insinúa la Policía, que no cumple los requisitos.
Pero es más español que El Cid, mataría a quien mancillase la bandera que luce con orgullo y ofendiese a este país que tanto le ha dado. Y todos, si viene con un triunfo y la promesa de llenarle los bolsillos, tan contentos. A ver si cuando le partan la cara y tenga que hacer cola en la puerta del centro de salud con Poli Díaz, El Potro de Vallecas, lo tratan con tanto respeto y admiración.
Si es tan listo como parece, no lo dudo, debería haber aprendido que, en este país, y más en ese campo en el que sueña con pelear, vales por lo que generas y pasas muy rápido de héroe a villano. Supongo que ver el trato recibido por Sergio Ramos le habrá dado que pensar.
Lo que está claro es que le gusta el futbol. Supongo que su amor por España es porque, nada más llegar al país, ganamos, tras el Mundial, la segunda Eurocopa seguida, y lo primero que aprendió fue el cántico de “Yo soy español, español, español”. Y eso, con 15 años, no se olvida. Además, quiero creer que lo de Matador es en homenaje a Kempes, que jugó en el Hércules de Alicante, no por mezclar también la cultura con la sangre y la tortura.
Al final no he conseguido enmascarar con el humor –para eso hay que valer– mi repulsión por la figura de Topuria y lo que representa; la vergüenza de ver a los políticos babeando ante él, a los periodistas falderos justificar la violencia vistiéndola de deporte con valores, y a la gran masa ansiosa por dejarse engatusar por el capitalismo más atroz, comprando un producto que enriquece a unos cuantos y humilla nuestra inteligencia y humanidad. Pan y circo: opio y vaselina para el pueblo.
MOI PALMERO