Cuando llega el mes de diciembre, en la entrada de la Facultad en la que trabajo, se monta El Árbol de los Deseos que, a fin de cuentas, es un pequeño abeto artificial al que se le suman adornos y unas cuerdas de colores en las que, con pinzas, se cuelgan los deseos que cada cual tiene. Suelen ser los estudiantes los que se animan a escribir en los pequeños trozos de papel cuadrado, para después, como si fuera pequeña ropa limpia, tenderlos con el fin de ser leídos por aquellos que sientan algo de curiosidad sobre el mundo de los deseos.
Todo esto, a fin de cuentas, no deja de ser un pequeño juego, una especie de imaginarias oraciones que nadie atenderá, tal como los propios peticionarios ya conocen, dado que hace tiempo saben que los milagros no caben en este universo inmenso e incomprensible (o, quizás, yo me equivoque, y más de uno espera que se produzca un hecho prodigioso que sorpresivamente dé respuesta a esa íntima aspiración que ha plasmado en la hojita).
Lo que sí puedo afirmar es que son muchos los que se animan a escribir en unas breves líneas algunos de los anhelos más o menos reservados, porque, a decir verdad, los deseos forman parte del espacio íntimo de las personas, tal como apuntaba el eminente psiquiatra Carlos Castilla del Pino, quien en su libro Aflorismos nos decía lo siguiente: “Los seres humanos nos regimos por dos lógicas: la del sentido común (o de la razón), hacia la conducta conveniente; la del deseo, hacia la conducta apetecible. Si ambas coinciden, mejor que mejor. Si no, suele ganar la última, y sobreviene la catástrofe”.
Imagino que Castilla del Pino incluía el término "catástrofe" a las posibles consecuencias que pueden derivarse de aquellos deseos de los adultos que no se guían por la razón, caso, por ejemplo, de quienes afirman que el cambio climático no existe para dar rienda suelta a los deseos irracionales de que La Tierra es inmutable, hagamos lo que hagamos. Lógicamente, no hablaba de la infancia, etapa en la que los deseos están guiados por los más sorprendentes sueños o fantasías, tal como hemos comentado en otras ocasiones.
Volviendo a los deseos plasmados por los estudiantes, quisiera destacar la diversidad de los mismos, por lo que resultaba un tanto complicado hacer una síntesis de todo lo que ellos piden (a no se sabe quién) para que les satisfagan en esas aspiraciones íntimas.
Suelen ser frecuentes los deseos de aprobar determinadas asignaturas de las que se tienen que examinar a la vuelta de las vacaciones. También, cómo no, del curso completo en el que se encuentran. Las referencias a las familias son constantes. De igual modo, a la salud de algunos de sus miembros o de todos ellos. Lógicamente, el deseo de paz y felicidad aparecen, debido a las fechas en las que nos encontramos.
Aparte de lo indicado, una lectura atenta de los mensajes nos conduce a peticiones singulares: “Que regrese mi argentinita”; “Que vuelva a estar con mi ex. ¡Antonio, llámame!”; “Que mi amiga Cristina y yo encontremos novio”; “Encontrar a mi gato Pachuli que se nos ha escapado”... Y peticiones tan singulares como aquella en la que se dice: “No me haga pobre o drogadicto”.
Y es que el mundo de los deseos es tan amplio y diverso que resulta difícil saber qué se esconde detrás de esas aspiraciones que todos portamos. No me cabe la menor duda de que el ser humano, desde que nace hasta su último suspiro, es un ser deseante, por lo que resulta paradójico que religiones, caso del budismo, sostengan que el deseo es el verdadero problema de la humanidad, puesto que, según sus postulados, conduce a la insatisfacción y al dolor, por lo que habría que eliminarlo (cuestión, a mi modo de ver, imposible).
Tras haber estado un buen rato en la entrada de la Facultad leyendo y tomando nota de los escritos de los estudiantes, me desplazo a la cafetería para verme con los miembros que conformamos el grupo de la Tertulia. En un momento dado, les explico lo que estaba haciendo antes de encontrarme con ellos, por lo que les pido que me indiquen un deseo que tenga cada cual. Algunos se lo toman a broma, pues, a fin de cuentas, y tal como he indicado, es sacar hacia fuera una parte de la intimidad.
Cuando se dan cuenta de que va en serio, comienza uno a uno a expresar algún deseo personal. Una vez que ha finalizado la ronda extraigo algunas de las características de lo que me han indicado. Por un lado, compruebo que los deseos están muy relacionados con la etapa de la vida en la que nos encontramos.
Así, en los escritos de los alumnos apenas veía referencias al pasado, ya que ellos son jóvenes y el futuro está muy presente en sus aspiraciones; no así en edades más avanzadas en las que se han podido tener experiencias difíciles o muy duras, por lo que, en el fondo, hubiera gustado no atravesarlas, tal como se pudo expresar.
También encontré diferencias por el género, puesto que algunas compañeras que eran madres manifestaban el deseo de que sus hijos no pasaran por situaciones adversas y les fuera bien en la vida. Era, pues, manifestación del sentimiento de protección predominante en el género femenino. En los compañeros se daba más el logro de algunas aspiraciones o el mantenimiento de la favorable situación afectiva en la que se encontraban.
A ninguno de los presentes se le ocurrió preguntármelo a mí. Días después sí lo hizo una compañera. Le hablé de una cuestión que tiempo atrás me había inquietado; sin embargo, se me olvidó decirle que un deseo muy fuerte es que se acabe el genocidio que sufre la población palestina de Gaza… Pero, como bien sabemos, esto queda fuera de nuestro alcance.
Todo esto, a fin de cuentas, no deja de ser un pequeño juego, una especie de imaginarias oraciones que nadie atenderá, tal como los propios peticionarios ya conocen, dado que hace tiempo saben que los milagros no caben en este universo inmenso e incomprensible (o, quizás, yo me equivoque, y más de uno espera que se produzca un hecho prodigioso que sorpresivamente dé respuesta a esa íntima aspiración que ha plasmado en la hojita).
Lo que sí puedo afirmar es que son muchos los que se animan a escribir en unas breves líneas algunos de los anhelos más o menos reservados, porque, a decir verdad, los deseos forman parte del espacio íntimo de las personas, tal como apuntaba el eminente psiquiatra Carlos Castilla del Pino, quien en su libro Aflorismos nos decía lo siguiente: “Los seres humanos nos regimos por dos lógicas: la del sentido común (o de la razón), hacia la conducta conveniente; la del deseo, hacia la conducta apetecible. Si ambas coinciden, mejor que mejor. Si no, suele ganar la última, y sobreviene la catástrofe”.
Imagino que Castilla del Pino incluía el término "catástrofe" a las posibles consecuencias que pueden derivarse de aquellos deseos de los adultos que no se guían por la razón, caso, por ejemplo, de quienes afirman que el cambio climático no existe para dar rienda suelta a los deseos irracionales de que La Tierra es inmutable, hagamos lo que hagamos. Lógicamente, no hablaba de la infancia, etapa en la que los deseos están guiados por los más sorprendentes sueños o fantasías, tal como hemos comentado en otras ocasiones.
Volviendo a los deseos plasmados por los estudiantes, quisiera destacar la diversidad de los mismos, por lo que resultaba un tanto complicado hacer una síntesis de todo lo que ellos piden (a no se sabe quién) para que les satisfagan en esas aspiraciones íntimas.
Suelen ser frecuentes los deseos de aprobar determinadas asignaturas de las que se tienen que examinar a la vuelta de las vacaciones. También, cómo no, del curso completo en el que se encuentran. Las referencias a las familias son constantes. De igual modo, a la salud de algunos de sus miembros o de todos ellos. Lógicamente, el deseo de paz y felicidad aparecen, debido a las fechas en las que nos encontramos.
Aparte de lo indicado, una lectura atenta de los mensajes nos conduce a peticiones singulares: “Que regrese mi argentinita”; “Que vuelva a estar con mi ex. ¡Antonio, llámame!”; “Que mi amiga Cristina y yo encontremos novio”; “Encontrar a mi gato Pachuli que se nos ha escapado”... Y peticiones tan singulares como aquella en la que se dice: “No me haga pobre o drogadicto”.
Y es que el mundo de los deseos es tan amplio y diverso que resulta difícil saber qué se esconde detrás de esas aspiraciones que todos portamos. No me cabe la menor duda de que el ser humano, desde que nace hasta su último suspiro, es un ser deseante, por lo que resulta paradójico que religiones, caso del budismo, sostengan que el deseo es el verdadero problema de la humanidad, puesto que, según sus postulados, conduce a la insatisfacción y al dolor, por lo que habría que eliminarlo (cuestión, a mi modo de ver, imposible).
Tras haber estado un buen rato en la entrada de la Facultad leyendo y tomando nota de los escritos de los estudiantes, me desplazo a la cafetería para verme con los miembros que conformamos el grupo de la Tertulia. En un momento dado, les explico lo que estaba haciendo antes de encontrarme con ellos, por lo que les pido que me indiquen un deseo que tenga cada cual. Algunos se lo toman a broma, pues, a fin de cuentas, y tal como he indicado, es sacar hacia fuera una parte de la intimidad.
Cuando se dan cuenta de que va en serio, comienza uno a uno a expresar algún deseo personal. Una vez que ha finalizado la ronda extraigo algunas de las características de lo que me han indicado. Por un lado, compruebo que los deseos están muy relacionados con la etapa de la vida en la que nos encontramos.
Así, en los escritos de los alumnos apenas veía referencias al pasado, ya que ellos son jóvenes y el futuro está muy presente en sus aspiraciones; no así en edades más avanzadas en las que se han podido tener experiencias difíciles o muy duras, por lo que, en el fondo, hubiera gustado no atravesarlas, tal como se pudo expresar.
También encontré diferencias por el género, puesto que algunas compañeras que eran madres manifestaban el deseo de que sus hijos no pasaran por situaciones adversas y les fuera bien en la vida. Era, pues, manifestación del sentimiento de protección predominante en el género femenino. En los compañeros se daba más el logro de algunas aspiraciones o el mantenimiento de la favorable situación afectiva en la que se encontraban.
A ninguno de los presentes se le ocurrió preguntármelo a mí. Días después sí lo hizo una compañera. Le hablé de una cuestión que tiempo atrás me había inquietado; sin embargo, se me olvidó decirle que un deseo muy fuerte es que se acabe el genocidio que sufre la población palestina de Gaza… Pero, como bien sabemos, esto queda fuera de nuestro alcance.
AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AURELIANO SÁINZ